miércoles, 25 de junio de 2008

S.T. Aksákov a Gógol


Abrámtzievo, 26 de julio de 1847.

Recibí su carta, gentil amigo Nikolai Vasílievich, de Francfort del 10 de julio: ésta me afligió mucho, y me reprocho de modo profundo que no le escribí en tanto tiempo. No sé por qué Pogódin1 le hizo la demanda: ¿por qué hace tanto tiempo que no me escribe y si no está enojado conmigo? Yo no le dije nada semejante. Yo, incluso, no esperaba carta de usted, por que yo mismo no había respondido a dos suyas. Ante todo, me apresuro a asegurarle que nunca estuve enojado con usted (tomando esa palabra en su verdadero sentido), y que nunca dejé de creer en su franqueza. Pecado para esa persona imprudente, que le inculcó esas ideas. Yo sospecho que eso lo hizo Smirnóva2: ella, casualmente, oyó varias líneas de mi carta sobre usted a mi hijo3, no las entendió y no las podía entender bien, porque éstas adquirían su pleno sentido en relación con otras, y en el fragmento tenían, incluso, un sentido inverso. Smirnóva tuvo una pelea acalorada con mi hijo, le dijo a él, a mí y a toda mi familia muchas groserías, ella misma recibió otras tantas y amenazó con abrirle a usted los ojos4. Veo que eso lo cumplió: pero esa mujer insensata, cuyas numerosas virtudes aprecio altamente y a quien, precisamente por ese acceso, quiero más, en lugar de abrirle los ojos a usted se los nubló un poco, se entiende, por un tiempo. Ella no sospechaba que yo, antes de todo, había vertido en mis cartas a usted mismo con plena, cruel franqueza, toda la amargura de una amistad afligida por un hombre, y el ofendido sentimiento de respeto a un gran talento. Ella no distinguió en mí un alma amorosa por la furia y la cólera. En mi convicción, usted se propinó con su libro un cruel revés, y yo me abalancé sobre usted mismo, como me hubiera abalanzado sobre cualquier otro, que le hubiera propinado tal golpe, colmándolo sin clemencia de amargos reproches. Usted me es tan preciado que cualquier daño real, cualquier ofuscación de su gloria como escritor y hombre ¡es para mí una grave ofensa! Pero dejemos esto. Si usted mismo no se explicó mis sentimientos y acciones, y los entendió no como conviene, pues mi explicación no ayudará. Yo estoy dispuesto incluso a reconocer, que la expresión no correspondía al sentimiento.
Usted, amigo mío, tiene derecho a preguntar: ¿por qué hace tanto tiempo que no le escribía? Mi última carta demandaba una continuación, su respuesta. Yo eso lo sentí mucho. Muchas veces me disponía a escribir, escribía, y quemaba lo escrito: ya que no estaba satisfecho con eso... Es difícil decir qué me impedía escribir, pero algo me lo impedía. Intentaré‚ no obstante, explicarme a mí y a usted ese extraño obstáculo. Para eso es necesario levantar un asunto, aunque sea en unas pocas palabras, desde el principio. Mi primera carta grande (al parecer, del 12 de enero5) fue escrita y enviada a usted antes de la salida de su libro. La segunda carta no grande, con la adjunción de la carta de Svierbéev6, fue escrita tras la lectura del libro, pero antes de recibir su respuesta a mi carta grande. Su respuesta fue horrible... Usted no reconoció, no valoró, no sintió la franca amistad del hombre que escribía esa carta, ¡y Dios mío, en qué situación la escribí!... Incluso, no deseo que usted entienda por completo mi situación de entonces. Su respuesta exhalaba la frialdad, la altura y la grandeza en la que usted pensaba estar con la armadura impenetrable de su nueva, ficticia vocación. Si yo hubiera recibido esa carta antes de enviar la segunda mía, pues no la hubiera enviado, eso debo confesarlo: hubiera considerado la imposibilidad de alcanzar su mente y su corazón. Pero Dios misericordioso lo dispuso de otra forma...
Su respuesta a mi segunda carta, que empieza con esas notables palabras, de que usted fue “sacudido para bien”, me alegró en extremo; su propia carta al prín. Lvov7 me alegró aun más8. Aunque en ambas cartas hay expresiones e ideas que no me venían de corazón, que mostraban que usted aún no estaba del todo saludable, aunque recuperarse totalmente, de pronto, no se puede. Para eso se necesita tiempo. Yo vi que había despertado, que parte del velo había caído de sus ojos. Eso para mí fue suficiente: yo estaba (y ahora sigo) convencido, de que usted mismo terminará la obra. Pero ahí pues, yo no sabía qué y cómo escribirle: continuar en el tono anterior ya estaba fuera de lugar, no era necesario, y para mí mismo era imposible. A expresar mi alegría no me atrevía: temía interrumpir su proceso de recuperación. Ahora veo que cometí una gran estupidez. Usted tuvo una razón para interpretar mi silencio en otro sentido, y esa idea lo afligía.
Créame, amigo mío, que yo no sólo entiendo bien la dificultad de su situación actual, ¡sino qué la preví bien! Por eso pues su libro me hizo perder el juicio a mí mismo, por eso pues el pesar era torturador. Pero Dios es misericordioso. Él fortalecerá sus menguadas fuerzas espirituales y corporales, y el tiempo sanará las heridas de su corazón... Usted cumplirá su voto, rezará en la tumba del Señor, su talento surgirá con nuevo brillo, y todos olvidarán su libro desdichado.
Por supuesto, usted no podía regresar pronto a Rusia, pero la primavera siguiente véngase seguro con nosotros. La recuperación completa la logrará sólo en el suelo natal, tras respirar el aire natal de su tierra. Si por algo le es penoso vivir en Moscú de modo permanente, pues yo tengo un rinconcito gentilísimo a cincuenta vérstas de Moscú, en el que pienso vivir incluso los inviernos, con excepción del presente año: ya que sólo entonces creeré en mi recuperación, cuando pase favorablemente el otoño y el invierno. La casa nuestra es grande y está bien situada. Va a tener un aposento tranquilo y cómodo: con nosotros o sin nosotros, es lo mismo. No es necesario decir, si estarán contentos con usted sus amigos francos.
Además, le es necesario viajar por Rusia. Es necesario echar una ojeada a su hondura: el lado estepario y del Volga. Konstantín9 puede ser su compañero, si quiere. Yo mismo tengo la intención, si Dios fortalece mi salud, de irme por un año entero al gobierno de Orenburgo, pero eso aún está en adelante. Ahora pues sólo es necesario serenarse, olvidar en cuanto sea posible todo lo ocurrido con usted y fortalecer mi salud. Excluya toda idea de que mi amistad por usted cambió: eso es un absurdo y una ofensa para mí.
Quisiera escribirle toda la carta con mi propia mano, pero mi ojo lo dificulta. Ahora vivimos todos en nuestro Podmoskóvie, con excepción de nuestra enferma Ólienka10, que vive en Moscú, junto a su hermano Iván, quien sirve allá en el Senado como secretario. No sé, si le llegó acaso la tesis de Konstantín. El 7 de marzo fue su defensa: a pesar de las muchas carreras, todo terminó favorablemente. Adiós, gentil amigo. No puedo escribir más. Lo abrazo fuertemente. Puede dirigir una carta al arrabal Serguiévskii, gobierno Moskóvskii, a mi nombre: pero lo más seguro a través de Sheviriév11. Toda mi familia lo abraza.

Suyo de alma, S. Aksákov.

Lo abrazo a la antigua, amigo nuestro Nikolai Vasílievich, rezo a Dios, para que me traiga pronto verme con usted.

1Mijaíl Pogódin, profesor de la Universidad de Moscú, académico, historiador, dramaturgo, editor de las revistas El Heraldo de Moscú y El Moscovita.
2Alexándra Smirnóva (Rossetti de nacimiento), dama de compañía de la zarina, esposa del gobernador de Kalúga, amiga de Vasílii Zhukóvskii y Alexánder Púshkin.
3Iván Aksákov (hijo de Serguei Aksákov), escritor, publicista, eslavófilo, hombre público.
4Sobre este episodio habla la carta de Iván Aksákov a su padre, del 15 de febrero de 1847, de Kalúga (ver Aksákov, p. 174). El texto completo de la carta aludida de Serguei Aksákov se puede encontrar en: G. Mat. i issle., t. 1, p. 178-180.
5Del 9 de diciembre, en realidad.
6Dmítrii Svierbéev, diplomático, literato, pariente del poeta Nikolai Yazíkov.
7Vladímir Lvov, príncipe, escritor.
8La carta de Gógol al príncipe Vladímir Lvov, del 8 (20) de marzo de 1847 (Acad., XIII, No. 140), es una respuesta a la carta de Lvov del 13 de febrero (Shenrok, t. 4, p. 526-528) que contiene un juicio crítico de los Pasajes selectos... (Ver el juicio de Serguei Aksákov sobre la carta de Gógol a Lvov en Aksákov, p. 179.).
9Konstantín Aksákov(hijo de Serguéi Aksákov), poeta, crítico, dramaturgo, líder del movimiento eslavófilo, colaborador de la revista El Moscovita.
10Olga Aksákova, hija de Serguéi Aksákov.
11Stepán Sheviriév, poeta, crítico, traductor, editor, fundador de la revista El Heraldo de Moscú, profesor de literatura rusa en la Universidad de Moscú.

Imagen: Vasiliy Polenov, Pond in Abramtzevo, 1883.