Sufro en el alma por la sola idea de cuántas molestias y alarmas le causé, mi buenísimo conde Mijaíl Yúrievich1 pero, probablemente, ya sabe por mi carta a Pletnióv2, sobre la que él probablemente ya le informó, que mis búsquedas son mucho más moderadas3. Mi deseo es que usted y el príncipe Viáziemskii4 lean unas dos veces los artículos no autorizados, y excluyan de éstos todas las expresiones ásperas, absurdas y ofensivas. Suponía, e incluso supongo hasta ahora, que casi todas las ideas principales pueden mantenerse, y pueden ser presentadas a examen más arriba, si suavizar cierta brusquedad de las expresiones con determinadas restricciones atenuantes y decorosas. Pensaba, y pienso hasta ahora que es necesario, en primer lugar, excluir ese yo arrogante que asomó en muchos lugares casi contra mi voluntad, y dio a muchos la ocasión de adjudicar muchas cosas en mí a mi amor propio, mientras que eso es, simplemente, mi inmadurez juvenil, que convive en mí con mi madurez y mis años ya no jóvenes. Para advertir mejor todo eso, que se debe atenuar y restringir en mí, le rogué al príncipe Viáziemskii no olvidar durante la lectura de mis cartas, que las escribe un funcionario de rango menor. Entonces, se hará evidente por sí mismo, cómo decir la misma idea de forma no arrogante. Con eso, mi libro ganará de modo considerable ante el público. No se aburra, mi bueno y generoso Mijaíl Yúrievich, con esa lectura. Usted tiene mucho de esa hermosa y fina intuición, que puede advertir el más mínimo indecoro. No se aburra de corregir, yo creo de antemano en la racionalidad e imperiosidad de todo eso, que piense corregir con el príncipe Viáziemskii. Y si después de esa labor (por la que no imaginaré cómo agradecerle) usted encuentra que es mejor aguardar o, incluso, abrogar la presentación de esos artículos, entonces esa decisión será totalmente satisfactoria para mí. Una vez más considero un deber repetirle todo esto, y una vez más le ruego que me perdone. Y a la buena condesa le ruego no inquietarse ni alarmarse con la idea de que ella, en algo, no cumplió mi ruego. Le diré francamente, que se apoderó de mí cierto temor por la irracionalidad de mi acción pero, al mismo tiempo, como que cierta fuerza sobrenatural me obligó a hacerlo, y abrumar a la condesa con una carta turbadora5. Dígale que en esta obra no debe apurarse de ningún modo, que estoy demasiado convencido de que para el éxito total, es necesario aguardar mucho y pensarlo todo mucho. Después, besándolo a usted y besando las buenas manos de ella, y las manos de sus inapreciables hijas, queda todo suyo...
G.
1Mijaíl Yúrievich Vielgórskii, conde, mecenas, hermetista, masón.
3A finales de diciembre de 1846, principios de enero de 1847, Gógol pretende que Mijaíl Vielgórskii le presente a Nikolai I los capítulos prohibidos por la censura, con el propósito de lograr la publicación de los Pasajes selectos… con su contenido completo (ver sus cartas a Pletnióv del 24 de diciembre de 1846 (5 de enero de 1847) y del 3 (15) de enero de 1847. (Acad., XIII, No. 94 y 96).
4Piótr Viáziemskii, príncipe, poeta, crítico literario, miembro de la Academia de ciencias de San Petersburgo.
5Ver la carta de Gógol a Luisa Vielgórskaya del 4 (16) de enero de 1847 y el comentario 4 a la misma.
Imagen: Anton Sminck van Pitloo, Castel dell'Ovo dalla spiaggia, XIX.