miércoles, 24 de junio de 2009

Gógol a A.M. Vielgórskaya


Moscú, 3 de junio de 1849.

¡Al fin una esquela suya! Con toda el alma le agradezco por ésta, buenísima Anna Mijáilovna. Me alegró mucho que sus ojos estén mejor. Por Dios, cuídelos. Por mucho que a usted le guste dibujar, el buen juicio le exige dedicarse menos al dibujo, y moverse más al aire libre. Entiendo que los paseos sin objetivo son aburridos. He aquí por qué me parecía, que la vida en el pueblo podría ofrecerle más alimento a su alma, que en la casa de campo. Hacer cuatro, cinco vérstas1 al día para echar una ojeada a la labor y el trabajo de los aldeanos, que se realizan en distintos lugares de la posesión, no es en absoluto lo que nuestro paseo habitual. Ahí sin querer se puede conocer el modo de vida de esas personas, con las que se relaciona tan estrechamente nuestra existencia personal, y a través de eso llegar a la posibilidad de ayudarlas.
Pero Ése que lo dispone todo, sabe mejor qué nos es más útil y mejor. Hay que resignarse. No logramos la intención de estar en ese lugar, hay que examinarse, cómo debemos ser en éste. Las obligaciones de una persona están en todas partes. Éstas pueden estar asimismo en Pávlin. Alrededor suyo, ahora, hay un montón de sobrinos y sobrinas. ¡Cuántas cosas hermosas se pueden trasmitir a las almas jóvenes mediante el amor! Se puede inculcar desde niño, en la receptiva curiosidad infantil, la concepción de su patria y su historia, la diversidad de sus comarcas, y el modo de vida de sus habitantes en todos sus rincones, e incluso el deseo ardiente de ser útil a ésta. Se puede también, en el tiempo de la adolescencia, darle a la persona una idea de cuán sagradas deben ser las relaciones entre las personas. Y entonces ésta será dichosa para toda la vida, porque en el tiempo restante de su vida, ella misma ya se va a ocupar de su recorrido posterior por el camino señalado, de conducirse a la gran, gran posibilidad de brindar utilidad y beneficiar. ¡Oh, cuán movidos seríamos todos ahora, cuánto menos pereza, inacción y letargo tendríamos, si hubiéramos adquirido en la juventud eso, que estamos obligados a adquirir ahora! Como por desgracia, nuestra primera educación nos aleja de pronto de eso, que está a nuestro alrededor. Desde los primeros días, nos atiborran de temas que nos llevan a otras tierras, y no a la nuestra. Por eso no servimos para nuestra tierra. De mí no le puedo decir nada positivo. Yo recién me recuperé de una fuerte enfermedad nerviosa que, con la llegada de la primavera, de pronto me sacudió y estremeció todo. Yo tenía, precisamente, la intención de viajar por los gobiernos nor-orientales de Rusia, que conozco poco, pero cómo y cuándo pondré eso en ejecución, no lo sé. Yo estuve en extremo insatisfecho conmigo todo este tiempo. Y sólo me asombro de la gracia de Dios, que no me castigó tanto, cuanto yo lo merecía. No me abandone, buenísima Anna Mijáilovna, con sus breves líneas. La descripción de un día suyo y su pasar el tiempo en Pávlin será un regalo para mí. ¡Que Dios la guarde!
Bese las manos inapreciables de su mámienka.

Todo suyo, N. Gógol.

1Vérsta, antigua medida rusa de superficie igual a 1,06 km.

Imagen: Alexander Matrehin, St. Basil's Cathedral, 2001.

jueves, 11 de junio de 2009

Gógol a A.M. Vielgórskaya


Moscú, 16 de abril de 1849.

¡Cristo resucitó!
A mi larga carta usted, ni una palabra, Sofía Mijáilovna tampoco. Y yo le escribí a usted y a ella tres días antes del Domingo luminoso. Si por algo se enojó conmigo... Pero no, usted no puede enojarse conmigo, buenísima Anna Mijáilovna. ¿Por qué se va a enojar conmigo? Cierto, eso sucedió así, por sí mismo. A usted, simplemente, le dio pereza, no deseo de escribir, y por eso no escribía. A pesar de todo, en esta carta, asimismo como en la anterior, le repetiré lo mismo: no abandone su buen deseo de ser rusa en el sentido superior de esa palabra. Sólo por ese único camino puede alcanzar el cumplimiento de su deber en la tierra. Cuando esté en Moscú y eche una mirada a toda su santidad, y vea en sus iglesias antiguas los vestigios de su vida rusa antigua, entonces entenderá eso. Sobre muchas cosas tendremos que hablar entonces, pero ahora temo aburrirla y decir algo incomprensible. Le diré por ahora, solamente, que yo me convenzo por la experiencia cotidiana de cada hora y cada minuto, de que aquí, en esta vida, debemos trabajar no para sí, sino para Dios. Es peligroso perder eso de vista hasta por un instante. La humanidad del presente siglo se salió del camino sólo, por que se imaginó que es necesario trabajar para sí, y no para Dios. Incluso en nuestros minutos de diversión, no debemos apartarnos de la idea de Ése, que nos mira también en nuestros minutos de diversión. No pierda usted tampoco eso de vista. Vamos a intentar, que todas nuestras ocupaciones estén dirigidas a la glorificación de su nombre, y que toda nuestra vida sea un incesante himno a Él. A usted le gusta dibujar, pues dibuje todo eso que sirve de adorno al templo de Dios, y no nuestras habitaciones, represente los rostros luminosos de las personas que lo complacen. Por eso su pincel y sus ideas se harán más elevadas. Usted recibirá sin comparación más placer, no le hará falta un maestro. El sentimiento personal que se elevará en su interior, se volverá su maestro y la llevará a la perfección en el arte. En Moscú tendrá usted mucho alimento. En la iconografía antigua que adorna nuestras iglesias antiguas, hay rostros asombrosos y en los rostros expresiones asombrosas. En la carta anterior yo le rogué preocuparse, en particular, por la lengua eslava. Ésta le hará mucha falta. La lectura del Evangelio y de las Epístolas de los Apóstoles en lengua eslava, es el mejor camino hacia eso. Le envío por ahora un libro que usted, acaso, no leyó. Si lo leyó, pues léalo de todas formas, porque en éste hay muchas cosas que no se dan a la primera vez. Es el libro de Sheviriév sobre la literatura rusa antigua1. Éste le servirá de preludio a la lectura de esos libros, en los que se le revelará por completo la vida rusa. Aun para usted un ruego de corazón. Le envío el dinero, con que le ruego mandar a comprar para mí en la tienda sinodal, la Lectura cristiana del pasado año de 1848. Ahí se incluye entera, empezando por el 1er número, la historia clerical de Eusebio de Cesarea2, de los primeros siglos. Esa historia léala, no sólo no es aburrida, sino sumamente entretenida. Eusebio de Cesarea fue él mismo casi contemporáneo de los sucesos descritos, encontró aún a los discípulos de los apóstoles. Tras leer esa historia, usted conocerá en realidad qué cosa era la vida de los antiguos cristianos. Eso asimismo la ayudará mucho en el conocimiento, de qué cosa es la verdadera vida rusa. Ese libro lo puede retener consigo cuanto quiera, y a Moscú llévelo consigo. Pero es suficiente. ¡Con la ayuda de Dios, buenísima Anna Mijáilovna! Bese y abrace a todos los suyos, gentiles y cercanos a mi corazón.

Todo suyo, N. Gógol.

1Historia de la literatura rusa, con preferencia de la antigua, de Stepán Sheviriév (t. 1, M., 1846).
2Historia de la Iglesia, de Eusebio de Cesarea.

Imagen: Alexander Matrehin, The Pskovskiy Kremlin, 1999.

martes, 9 de junio de 2009

Gógol a A.M. Vielgórskaya


Moscú, 30 de marzo de 1849.

Yo recibí su gentil esquela1, buenísima Anna Mijáilovna. Ésta me alegró, con que usted no abandona su deseo de hacerse rusa. ¡Con la ayuda de Dios! En ningún lugar es tan necesaria su ayuda, como en ese asunto. Usted dice que mi y su deseo se cumplirá, que se hará rusa no sólo de alma, sino también de lengua y conocimiento de Rusia. Yo subrayé esas líneas, porque ésas son sus propias palabras. ¿Sabe acaso, no obstante, que lo primero es más difícil que lo último? Es más fácil hacerse rusa de lengua y conocimiento de Rusia, que rusa de alma. Ahora están de moda las palabras: popularidad y nacionalidad, pero eso, por ahora, son sólo gritos que marean la cabeza y ciegan los ojos. ¿Qué cosa significa hacerse rusa en realidad? ¿En qué estriba el atractivo de nuestra especie rusa, que ahora intentamos desarrollar a porfía, arrojándole todo lo que le es extraño, indecoroso e impropio? ¿En qué estriba ésta? Eso hay que examinarlo atentamente. La elevada dignidad de la naturaleza rusa estriba, en que ésta es capaz de recibir en sí, más profundo que otras, la elevada palabra del Evangelio, que conduce al hombre a la perfección. Las semillas del sembrador celestial fueron esparcidas con pareja dadivosidad por doquier. Pero unas cayeron por el trayecto en el camino real, y fueron robadas por los pájaros que llegaban volando; otras cayeron en las piedras, brotaron pero se secaron; las terceras en los espinos, brotaron pero pronto fueron ahogadas por las malas hierbas; sólo las cuartas, tras caer en una tierra buena, dieron fruto2. Es una tierra buena la receptiva naturaleza rusa. Bien libadas en el corazón, las semillas de Cristo dieron todo lo mejor que hay en el carácter ruso. Así, para hacerse ruso, hay que recurrir a una fuente, acudir a un medio, sin el cual el ruso no se hará ruso en el sentido superior de esa palabra. Acaso, sólo al ruso le está destinado sentir más de cerca el sentido de la vida. La verdad de estas palabras la puede atestiguar sólo aquél, que penetre de modo profundo en nuestra historia y la entienda en absoluto, arrojando de antemano toda clase de sapiencias, suposiciones, ideas, autosuficiencia, orgullo y convicción de que al parecer ya entendió de qué trata el asunto, mientras que apenas sólo procedió a éste. Sí. En la historia de nuestro pueblo se advierte un fenómeno maravilloso. Corrupción, desórdenes, disturbios, oscuros engendros de la ignorancia, así como discordia y toda clase de desacuerdos hubo entre nosotros, acaso, en mayor medida que en algún otro lugar. Éstos se expresan vivamente en todas las páginas de nuestras crónicas. Pero en cambio, al mismo tiempo brilla la luz de los elegidos con más fuerza, que en algún otro lugar. Se oyen asimismo en las crónicas, por todas partes, las huellas de una vida interior atesorada, sobre la que éstas no nos dejaron un relato detallado. Se oye la posibilidad de la fundación de la ciudadanía sobre las purísimas leyes cristianas. En los últimos tiempos empezaron a descubrirse de modo incesante, entre el polvo y los trastos de la antigüedad, documentos y manuscritos como el Domostroi3 de Silvestre donde, como el mundo antiguo en las ruinas de Pompeya, se descubre con detalladísimo detalle toda la vida antigua de Rusia. Aparece ya no la organización política de Rusia, sino la vida privada familiar y en ésta la vida, iluminada por la luz con la que debe ser iluminada. En los preceptos y los trazados de cómo llevar la casa propia, cómo ser con las personas, cómo guardar la administración terrenal y celestial, además de la viveza de las detalladas costumbres de la antigüedad, asombran la profunda experiencia de la vida y la plenitud del abrazamiento de todas las obligaciones; cómo el jefe de la casa conserva la imagen de la gracia divina en el trato con todos. Cómo debe ser la esposa y dueña de la casa con el esposo, con los niños, con los sirvientes y en la administración; cómo educar a los niños, cómo educar a la servidumbre, cómo organizar todo en la casa, cubrir, limpiar, llenar de víveres la despensa, saber velar por todo; y todo con un inusitado detalle, con el nombre de las cosas que entonces estaban en uso, con los nombres de los platos que entonces se preparaban y comían. Así ves ante los ojos la alegre antigüedad, su satisfacción, hospitalidad, el trato alegre, inteligente con los visitantes, y la asombrosa ausencia de la aburrida etiqueta, reconocida como obligatoria en el siglo actual. En una palabra, vemos la unión de Marta y María juntas o, mejor, vemos que Marta no murmura contra María, sino conviene en que ella escogió la parte buena, y no piensa nada mejor que quedarse a las órdenes de María, o sea, de preocuparse sólo en lo más mínimo de la administración terrenal, para a través de eso llegar junto a María a la posibilidad de dedicarse a la administración celestial4.
En los últimos tiempos, empezaron a descubrirse de modo incesante manuscritos de ese género. Esos libros, sobre todo, dan a conocer eso que es mejor en el hombre ruso. Éstos son mucho más útiles que todos esos, que se escriben ahora sobre los eslavos y el eslavismo, por hombres que se encuentran en ebullición, en estados pasajeros del espíritu, en edades subyugadas por la imaginación, por las seducciones de una mente con amor propio y toda clase de aficiones. Pero para usted, esos libros aún son inaccesibles: en primer lugar, de ésos se han publicado no muchos; en segundo, éstos no se han traducido a la lengua rusa actual. Usted, nuestra lengua antigua, no la conoce. He aquí por qué yo me demoré en aconsejarle qué libros leer antes. Todo lo que, sobre todo, puede hacerle conocer Rusia, sigue en lengua antigua. Queda un medio: usted necesita de seguro aprender eslavo. El camino más fácil hacia eso es el siguiente: lea el Evangelio no en lengua francesa y no en rusa, sino en eslava. Al francés acuda sólo entonces, cuando no entienda. Las palabras que sean más enigmáticas, apúntelas en un papelito especial y muéstreselas al sacerdote. Él se las explicará. Si lee el Evangelio, las Epístolas, y añade a eso los cinco libros de Moisés, usted va a saber eslavo; en este asunto el alma también ganará no poco. Y cuando nos veamos, entonces yo le explicaré en dos-tres lecciones todas las aboliciones, que hay en nuestra lengua antigua del eslavo. Usted lo amará. Es una lengua sencilla, expresiva y hermosa. Pero yo, al parecer, hablé demasiado, es hora de terminar. ¡Así, con la ayuda de Dios! Sea rusa, usted debe serlo. Pero recuerde que, si a Dios no le place, usted nunca se hará rusa. Se debe dirigir por eso a la fuente de todo lo ruso, a Él mismo. ¡Con la ayuda de Dios! Ahora sobre mí. El informe de Sologúb sobre mi salud y excelente disposición de espíritu, sólo a la mitad es justo. Él me vio de visita. No se puede llevar el tedio a la visita. A la fuerza o no a la fuerza debo, si no estar pues, por lo menos, parecer estar contento. Y a decir verdad, yo estuve casi todo el tiempo insatisfecho conmigo. Mi trabajo5 marchaba como que lánguida, penosamente, y se avivaba poco con el fuego bendito de la inspiración. Finalmente, yo experimenté en este tiempo, cómo nunca pasa para nosotros sin castigo si, siquiera por un instante, quitamos nuestros ojos de eso, a lo que deben estar alzadas nuestras miradas cada minuto, y nos apasionamos, siquiera por un instante, con cualquier deseo terrenal en lugar de celestial. Pero Dios fue misericordioso y me salvó, cómo me salvó ya no una vez. En lo que se refiere a mi viaje a Petersburgo pues, a pesar de todo el deseo de ver a personas cercanas a mi corazón, éste debe ser aplazado por un tiempo, en razón de mis no así acomodadas circunstancias. Y no así se acomodaron las circunstancias en razón de la anterior, o sea, de la no así satisfactoria disposición de espíritu. Pero Dios sabe mejor que nosotros lo que será mejor. Además, ustedes me alegraron con la noticia de que, acaso, este verano se asomarán por Moscú. Con toda el alma deseo que Moscú deje en vuestra alma, para siempre, la más bendita impresión. Adiós, mi buenísima Anna Mijáilovna. Trasmítale mi reverencia de alma a la condesa, tras besarle sus manos.

Todo suyo, N.G.

Ya que la fiesta alegre ya se dispone a empezar, y la carta le llegará a usted el Día luminoso, pues le envío en ausencia un ósculo fraternal con las palabras: ¡Cristo resucitó!
A Sofía Mijáilovna le escribo al mismo tiempo que a usted. A Apollina Mijáilovna trasmítale la reverencia más de alma.

1Carta de A.M. Vielgórskaya a Gógol del 24 de febrero de 1849.
2Parábola del sembrador. "Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente... Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar" (Mateo 13: 3-8).
3Domostrói, código de reglas cotidianas y preceptos de la Rusia antigua, regulado por el arcipestre Silvestre. Editado por primera vez en 1849, por los Anales de la Sociedad moscovita de historia de las antiguedades rusas.
4"...Pero Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose delante dijo: 'Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude'. Pero el Señor le respondió: 'Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada" (Lucas 10: 38-42).
5Gógol trabaja en el segundo tomo de Las almas muertas.

Imagen: Victor Safronov, Temple of the Basil the Blessed, 2005.

sábado, 6 de junio de 2009

S.T. Aksákov a Gógol


Abrámtzievo, 27 de agosto de 1849.

¡Yo siento la necesidad espiritual de decirle unas cuantas palabras, gentil amigo Nikolai Vasílievich! Yo debo arrepentirme ante usted. Tras todo lo ocurrido durante los últimos siete años yo, Tomás el Infiel, como usted mismo me nombró, había perdido la fe en la existencia posterior de su talento creador. Me pareció que su tendencia espiritual era incompatible con el arte. Me equivoqué. ¡Gracias a Dios! Le agradezco que usted, finalmente, se decidió a disipar mi extravío. Usted sabía de éste, pero no sabía cuán penoso me era verlo como un mártir ilusorio, que ha perdido la fuerza fructífera de su creación, pero que no ha perdido la intención, la necesidad de crear. Mucho pesar del corazón soporté yo por mi craso error. ¡Pero ahora todo ha sido olvidado! Gracias a Dios, yo sólo siento júbilo. Su talento no sólo está vivo, sino que ha madurado. Se ha hecho más elevado y profundo, como le dije ahora tras la lectura.
Acaso, usted quisiera oír una valoración crítica de mi parte1, pero yo no puedo hacer eso. Yo escuché con tal inquietud -y al principio con prejuicio-, que los detalles de la impresión pronto se convirtieron, solamente, en una sensación de placer. Además, yo nunca puedo juzgar acertadamente sobre los detalles, al escuchar por primera vez: necesito leer con mis propios ojos. Pero he aquí lo que me quedó en la memoria. 1) Me pareció que, al principio, usted se expresó como que difícil y penosamente. 2) Me pareció un poco extenso y alargado el cuento sobre Alexánder Petróvich2. 3) El encuentro de los campesinos con el joven hacendado en el campo, como que es un poco aguado y unilateral. Pero no respondo por la justeza de mis observaciones. Si las quiere tener, pues póngame un cuaderno en las manos.
Que Dios fortalezca su salud y bendiga sus trabajos finales: pues yo considero que Las almas muertas están escritas, y que ahora sólo queda el último acabado. Yo le ruego a Dios la gracia de vivir hasta su aparición, con mi inteligencia y sentimientos actuales. Yo quiero disfrutar plenamente no sólo el restablecimiento de su gloria, sino también su triunfo absoluto en toda la superficie de Rusia...
¡Cuánto me consoló usted a mí, a Konstantín y a toda nuestra familia! Cuánto tiempo estuvimos llenos sólo de una sensación, que enervaba incluso la pena... ¡Abajo todas las teorías y cavilaciones: bendito sea el arte en la tierra!
Lo abrazo fuertemente.

Suyo de alma, S. Aksákov.

Iván lo reverencia. Él pregunta: ¿si acaso leyó usted la poesía de Grigórii Bogoslóv? Si no, pues léala.
En Ríbinsk interpretaron El Inspector; a mitad de la pieza los actores, viendo que los espectadores se parecían3 más que ellos a los personajes, se morían todos de la risa.

1Gógol lee el primer capítulo del segundo tomo de Las almas muertas a Serguei Aksákov, el 18 de agosto de 1849, y le pide enviarle sus comentarios.
2Se trata del personaje del segundo tomo, el maestro Alexánder Petróvich Tientétnikov.
3Iván Aksákov, en su carta del 20 de agosto de 1849, desde Ríbinsk, cuenta sobre este hecho (I.S. Aksákov en sus cartas, t. 2, pag. 214-215).

Imagen: Mikhail Villie, A General View of Rostov Veliki, 1890.