jueves, 12 de marzo de 2009

Gógol a S.P. Sheviriév


Marsella, 13 (25) de mayo de 1847.

Antes de la misma salida de Nápoles, recibí tus dos paquetes con la inclusión de las dos críticas de los periódicos, y tu pequeña esquela1. Te agradezco mucho por todo eso, mi inapreciable amigo. De copiar los artículos anteriores no te tomes el trabajo. Yo recibí unos cuantos, o sea, los que fueron publicados en los dos primeros números de El Contemporáneo y los Apuntes patrios2. Desearía mucho, no obstante, conocer lo que se dice de mí en la Biblioteca de lectura3 y en las revistas de segunda como: La Ilustración, El suplemento literario, y si acaso no hubo algo en El Inválido. Todo eso es importante para mí no por los comentarios sobre mí mismo, sino por el deseo de conocer a qué altura de su propio pensamiento está ahora, realmente, cada uno de los que escriben, y tras él, por supuesto, el público que lo lee a menudo. Mi libro, a pesar de todos sus pecados, es una asombrosa piedra de toque para la prueba del hombre actual. Te repito esto de nuevo, y te aconsejo comprobar la verdad de mis palabras en todas las personas, con quienes tengas ocasión de tropezar. Y por eso, por muy vacías que sean las críticas mencionadas tú, de todas formas, intenta enviármelas. Ahora eso se puede con la ocasión: con la primavera se marchan, probablemente, muchas personas de Moscú. Entregarlas pueden en Francfort o a Zhukóvskii, o a mí mismo, yo hasta las últimas fechas de julio estaré en Ostende.
Se han pagado por tus dos cartas, si no me equivoco, dos piastras y algo. Salió un poco más costoso, por que las cartas me llegaron por medio de un banquero. Por lo demás, si costara cinco veces más, yo lo pagaría gustoso. Ese dinero no está perdido para mí en absoluto. Al contrario, sólo salgo ganando bastante. El artículo de Grigóriev, bastante joven, habla más a favor del crítico que de mi libro. Él, sin dudas, es un joven con un alma muy generosa y con hermosas intenciones. El hegelismo temporal se le pasará, y se acercará más a la fuente de donde mana la verdad. El artículo de Pávlov habla también a favor de Pávlov y, al mismo tiempo, a favor de mi libro. Yo mucho desearía ver la continuación de esas cartas: me da una excesiva curiosidad conocer, a qué resultado conducirán a Pávlov sus últimas cartas. Hasta ahora, para mí lo notable de ese artículo es que el mismo crítico dice, que escribe sus cartas para volver a ese mismo sentimiento, que tenía antes de la lectura de mi libro, y confiesa él mismo, de modo inocente, que ese libro (en el que, en su opinión, no hay nada nuevo, y lo que hay nuevo, pues es una mentira4) lo sacó totalmente, no obstante, de su anterior situación (como él la llama) normal5. ¡Buena pues era esa situación normal! Él, por supuesto, no ve ahora aún, que ese regreso ya es imposible para él, y que incluso en esa primera carta suya, él mismo ya se hizo mejor que ese Pávlov, que aparece en sus tres últimos relatos6. Por favor, no pierdas de vista este fenómeno, cuando sientas el deseo de decir, asimismo, unas cuantas palabras con motivo de mi libro. Cuando vayas a escribir una crítica, pues presta atención a los temas principales del libro, cuya discusión sólo puede traer provecho a la sociedad, y no a esos puntos del testamento relacionados con mi originalidad personal, inútil para los tratados públicos. Ten en cuenta no mi defensa, sino la defensa del bien, y entonces tu artículo me hará mucho más bien a mí mismo. Tú mismo, pienso, ya puedes sentir que, sea yo como sea, mi amor por el bien, de todas formas, es más fuerte que mi amor por mi propia persona, a pesar de que la última se expresó, en opinión de muchos, de modo muy brillante en mi libro. Respecto a la última circunstancia te diré toda la verdad. (Esta verdad, sin embargo, no se debe poner en circulación, que se quede entre nosotros). Yo me abrí de modo anatómico, me observé con severidad y me pregunté una vez más, como poniéndome mentalmente ante el juicio de Ese mismo que me juzgará, y veo que no hay ese amor propio; la culpa de todo está en la firme fe en mi futuro, que proviene de la conciencia de mis fuerzas. Yo siempre sentí, que sería un fuerte partícipe en la obra del bien común, y que sin mí no se arreglaría la reconciliación de muchas cosas, enemigas entre sí. Sobre eso debería callar, además de que yo siempre sentí que eso sucedería sólo entonces, si me educaba como es debido; ¿pero qué pues, si las fuerzas jóvenes no tienen suficiente cordura, para saber no jactarse antes de tiempo? Pero sea como sea, cuando vayas a escribir una crítica, ten en cuenta la obra del bien común, y no a mí: mira en no decir algo contrario al bien, y no a mí, y sabe prestar atención a lo importante y fundamental, a lo que es más necesario y útil a la sociedad. Que la crítica no sea larga ni abarque mucho, que hable de algo, pero significativo. Dile sobre esto a Jomiakóv también, por si quiere escribir algo. Se debe publicar, en mi opinión, con seguridad en dos periódicos: en Las Noticias moscovitas, en particular, y después en La Hojita, y poner al pie: “De tal periódico”. Es necesario intentar por todos los medios, que los artículos significativos y útiles se agoten no sólo en igual cantidad a esos, que se agotan fácilmente, sino incluso en mayor cantidad.
Yo recibí la noticia de que Viáziemskii, quien tiene gran participación en mi libro, prepara asimismo una carta7. Yo eso, en parte, lo presentí. Comúnmente, primero los chiquillos preparan la batalla, y después salen los ases, que observan bien y con serenidad, con quién y contra qué se debe luchar...

1Gógol se marcha de Nápoles el 29 de abril (11 de mayo) de 1847. La esquela es, probablemente, la carta de Stepán Sheviriév del 16 de abril de 1847. Las dos críticas son la carta de Nikolai Pávlov y el artículo de Apollón Grigóriev Gógol y su último libro.
2Se trata de los artículos de Vissarión Bielínskii dedicados a la segunda edición de Las almas muertas (El Contemporáneo, 1847, No. 1) y a los Pasajes selectos... (El Contemporáneo, 1847, No. 2), así como los artículos sobre Gógol de Vladímir Máikov y Alexéi Gálajov (OZ, 1847, No. 2).
3La reseña de la Biblioteca de lectura (1847, t. 80, cap. 6) contiene un juicio negativo de los Pasajes selectos... y juicios irónicos sobre el propio Gógol. Ésta termina con las palabras: "En el libro no hay casi nada que leer. Fragmentos de cartas sin valor literario, trozos de ideas que no se distinguen ni por su ingenio, ni novedad, ni incluso exposición".
4Nikolai Pávlov escoge como epígrafe a la primera de sus cartas las palabras del escritor alemán Georg Lichtenberg (1742-1799): "Este libro contiene en sí mismo muchas cosas verdaderas y muchas cosas nuevas pero, por desgracia, lo verdadero en éste no es nuevo, y lo nuevo no es verdadero" (Pávlov, N.F. Obras. M., 1985, p. 245).
5Nikolai Pávlov escribe en la primera carta dirigiéndose a Gógol: "No me tomo la obligación del preceptor y el civilizador, escribo para llegar de nuevo a la situación normal, donde yo me encontraba antes de la publicación de su libro" (Ibid., p. 254-255).
6Nikolai Pávlov es conocido, fundamentalmente, por su libro Tres novelas (M., 1835), apreciado bastante por sus contemporáneos (incluyendo a Gógol y Stepán Sheviriév). En 1839, Pávlov publica el libro Nuevas novelas, que reune asimismo tres nuevas obras en prosa. Este libro, al que se refiere Gógol, no tiene éxito.
7Cuando aparecen los Pasajes selectos de la correspondencia con los amigos, Piótr Viáziemski aprueba el libro en su artículo Yazíkov y Gógol (Las noticias de San Petersburgo, 1847, No. 90-91, 24-25 de abril).

Imagen: Christopher Blossom, Morning Set, XX.