Abrámtzievo, 27 de agosto de 1849.
¡Yo siento la necesidad espiritual de decirle unas cuantas palabras, gentil amigo Nikolai Vasílievich! Yo debo arrepentirme ante usted. Tras todo lo ocurrido durante los últimos siete años yo, Tomás el Infiel, como usted mismo me nombró, había perdido la fe en la existencia posterior de su talento creador. Me pareció que su tendencia espiritual era incompatible con el arte. Me equivoqué. ¡Gracias a Dios! Le agradezco que usted, finalmente, se decidió a disipar mi extravío. Usted sabía de éste, pero no sabía cuán penoso me era verlo como un mártir ilusorio, que ha perdido la fuerza fructífera de su creación, pero que no ha perdido la intención, la necesidad de crear. Mucho pesar del corazón soporté yo por mi craso error. ¡Pero ahora todo ha sido olvidado! Gracias a Dios, yo sólo siento júbilo. Su talento no sólo está vivo, sino que ha madurado. Se ha hecho más elevado y profundo, como le dije ahora tras la lectura.
Acaso, usted quisiera oír una valoración crítica de mi parte1, pero yo no puedo hacer eso. Yo escuché con tal inquietud -y al principio con prejuicio-, que los detalles de la impresión pronto se convirtieron, solamente, en una sensación de placer. Además, yo nunca puedo juzgar acertadamente sobre los detalles, al escuchar por primera vez: necesito leer con mis propios ojos. Pero he aquí lo que me quedó en la memoria. 1) Me pareció que, al principio, usted se expresó como que difícil y penosamente. 2) Me pareció un poco extenso y alargado el cuento sobre Alexánder Petróvich2. 3) El encuentro de los campesinos con el joven hacendado en el campo, como que es un poco aguado y unilateral. Pero no respondo por la justeza de mis observaciones. Si las quiere tener, pues póngame un cuaderno en las manos.
Que Dios fortalezca su salud y bendiga sus trabajos finales: pues yo considero que Las almas muertas están escritas, y que ahora sólo queda el último acabado. Yo le ruego a Dios la gracia de vivir hasta su aparición, con mi inteligencia y sentimientos actuales. Yo quiero disfrutar plenamente no sólo el restablecimiento de su gloria, sino también su triunfo absoluto en toda la superficie de Rusia...
¡Cuánto me consoló usted a mí, a Konstantín y a toda nuestra familia! Cuánto tiempo estuvimos llenos sólo de una sensación, que enervaba incluso la pena... ¡Abajo todas las teorías y cavilaciones: bendito sea el arte en la tierra!
Lo abrazo fuertemente.
Iván lo reverencia. Él pregunta: ¿si acaso leyó usted la poesía de Grigórii Bogoslóv? Si no, pues léala.
En Ríbinsk interpretaron El Inspector; a mitad de la pieza los actores, viendo que los espectadores se parecían3 más que ellos a los personajes, se morían todos de la risa.
1Gógol lee el primer capítulo del segundo tomo de Las almas muertas a Serguei Aksákov, el 18 de agosto de 1849, y le pide enviarle sus comentarios.
2Se trata del personaje del segundo tomo, el maestro Alexánder Petróvich Tientétnikov.
3Iván Aksákov, en su carta del 20 de agosto de 1849, desde Ríbinsk, cuenta sobre este hecho (I.S. Aksákov en sus cartas, t. 2, pag. 214-215).
Imagen: Mikhail Villie, A General View of Rostov Veliki, 1890.
¡Yo siento la necesidad espiritual de decirle unas cuantas palabras, gentil amigo Nikolai Vasílievich! Yo debo arrepentirme ante usted. Tras todo lo ocurrido durante los últimos siete años yo, Tomás el Infiel, como usted mismo me nombró, había perdido la fe en la existencia posterior de su talento creador. Me pareció que su tendencia espiritual era incompatible con el arte. Me equivoqué. ¡Gracias a Dios! Le agradezco que usted, finalmente, se decidió a disipar mi extravío. Usted sabía de éste, pero no sabía cuán penoso me era verlo como un mártir ilusorio, que ha perdido la fuerza fructífera de su creación, pero que no ha perdido la intención, la necesidad de crear. Mucho pesar del corazón soporté yo por mi craso error. ¡Pero ahora todo ha sido olvidado! Gracias a Dios, yo sólo siento júbilo. Su talento no sólo está vivo, sino que ha madurado. Se ha hecho más elevado y profundo, como le dije ahora tras la lectura.
Acaso, usted quisiera oír una valoración crítica de mi parte1, pero yo no puedo hacer eso. Yo escuché con tal inquietud -y al principio con prejuicio-, que los detalles de la impresión pronto se convirtieron, solamente, en una sensación de placer. Además, yo nunca puedo juzgar acertadamente sobre los detalles, al escuchar por primera vez: necesito leer con mis propios ojos. Pero he aquí lo que me quedó en la memoria. 1) Me pareció que, al principio, usted se expresó como que difícil y penosamente. 2) Me pareció un poco extenso y alargado el cuento sobre Alexánder Petróvich2. 3) El encuentro de los campesinos con el joven hacendado en el campo, como que es un poco aguado y unilateral. Pero no respondo por la justeza de mis observaciones. Si las quiere tener, pues póngame un cuaderno en las manos.
Que Dios fortalezca su salud y bendiga sus trabajos finales: pues yo considero que Las almas muertas están escritas, y que ahora sólo queda el último acabado. Yo le ruego a Dios la gracia de vivir hasta su aparición, con mi inteligencia y sentimientos actuales. Yo quiero disfrutar plenamente no sólo el restablecimiento de su gloria, sino también su triunfo absoluto en toda la superficie de Rusia...
¡Cuánto me consoló usted a mí, a Konstantín y a toda nuestra familia! Cuánto tiempo estuvimos llenos sólo de una sensación, que enervaba incluso la pena... ¡Abajo todas las teorías y cavilaciones: bendito sea el arte en la tierra!
Lo abrazo fuertemente.
Suyo de alma, S. Aksákov.
Iván lo reverencia. Él pregunta: ¿si acaso leyó usted la poesía de Grigórii Bogoslóv? Si no, pues léala.
En Ríbinsk interpretaron El Inspector; a mitad de la pieza los actores, viendo que los espectadores se parecían3 más que ellos a los personajes, se morían todos de la risa.
1Gógol lee el primer capítulo del segundo tomo de Las almas muertas a Serguei Aksákov, el 18 de agosto de 1849, y le pide enviarle sus comentarios.
2Se trata del personaje del segundo tomo, el maestro Alexánder Petróvich Tientétnikov.
3Iván Aksákov, en su carta del 20 de agosto de 1849, desde Ríbinsk, cuenta sobre este hecho (I.S. Aksákov en sus cartas, t. 2, pag. 214-215).
Imagen: Mikhail Villie, A General View of Rostov Veliki, 1890.