Amable Nikolai Vasílievich, ya hace un mes que se fue de casa, y hasta ahora no recibimos de usted ninguna noticia. El refrán francés dice: “Pas de nouvelles, bonnes nouvelles1”; así, espero que esté totalmente saludable, y que su próxima carta confirme mi suposición. Mucho quisiera saber, qué hace desde que está en Moscú, cómo se siente y cómo soportó las primeras heladas. Responda, por favor, a todas mis preguntas. Usted sabe que en mí, desde los viejos tiempos, se aveza el pecado de importunarlo con preguntas; por consiguiente, le ruego de una vez por todas no enfadarse por eso conmigo, sino responder a mis preguntas con su anterior benevolencia.
A usted acaso, le será agradable oír que nuestras clases con Vladímir Alexándrovich2 continúan de forma muy correcta, y que él mismo, así como nosotros, las encuentra muy entretenidas. Dos veces a la semana nos reunimos en su casa para la lección, y el tiempo restante, o sea cada día desde las once hasta las doce, elaboramos y escribimos eso, de lo que él nos habló durante la lección. Vladímir se prepara muy seriamente antes de cada una de nuestras pláticas, y en realidad tengo que confesar que él encontró, respecto a los temas que ahora examinamos, muchas visiones novedosas y notables. Con el tiempo, él tiene la intención de poner en orden los trabajos nuestros y los suyos, sobre la historia de la lengua y la literatura rusas, elaborarlos por completo y conformar con éstos un libro. Él nos obliga a leer muchas canciones populares rusas, para que nos adentremos en el espíritu del pueblo ruso, y aprendamos las expresiones auténticas rusas. Ahora adiós, amable Nikolai Vasílievich, que esté saludable, tan saludable como estamos todos aquí, y respóndame con rapidez. Que el Señor lo conserve y fortalezca en la obra que usted ha acometido.
A.V.
2En 1848, Vladímir Sologúb (escritor) empieza a darle a su esposa y a su cuñada unas lecciones sobre historia y literatura rusas, que no duran mucho.
Imagen: Aleksey Chuslyayev, March Park, 2007.