sábado, 14 de junio de 2008

Gógol a V.G. Bielínskii


Ostende, 29 de julio (10 de agosto) de 18471.

Yo no podía responder pronto a su carta. Mi alma desfallecía, todo en mí fue sacudido, puedo decir que no quedaron cuerdas sensibles, que no hubieran sufrido un revés, incluso antes de recibir su carta. Su carta la leí casi insconciente pero, de todas formas, no tenía fuerzas para responderle. ¿Y qué podía responder? Sabe Dios, acaso en sus palabras haya una parte de la verdad. Sólo le diré, que recibí cerca de cincuenta cartas distintas con motivo de mi libro: no hay una que se parezca a la otra, no hay dos personas de acuerdo en sus opiniones sobre uno y el mismo tema, lo que niega una, pues lo afirma la otra. Y entretanto, en cada lado hay, igualmente, personas generosas e inteligentes. Por ahora, se me mostró sólo una verdad irrevocable, que yo no conozco Rusia en absoluto, que muchas cosas cambiaron desde que no estuve en ésta, y que me hace falta conocer casi de nuevo, todo lo que ahora hay allá. Y la conclusión que extraje para mí de todo esto es, que no debo dar nada a la luz, no sólo ningunas imágenes vivas, sino ni siquiera dos líneas de la escritura que sea, mientras, hasta que, llegado a Rusia, no vea muchas cosas con mis propios ojos, y no las palpe con mis propias manos. Veo que quienes me reprochaban mi ignorancia de muchas cosas, y mi incomprensión de muchos aspectos, me descubrieron mi propia ignorancia de muchas cosas, y mi propia incomprensión de muchos aspectos. No todos los clamores han sido oídos, ni todos los sufrimientos han sido sopesados. Me parece incluso, que no cualquiera de nosotros entiende el tiempo presente, donde se manifiesta tan claramente, como nunca antes, un espíritu de construcción de plenitud: sea como sea, ahora todo sale al exterior, toda cosa ruega ser tomada en consideración, lo viejo y lo nuevo entran en lucha, y basta sólo que en un lado se pasen y caigan en el exceso para que, en respuesta a eso, se pasen en el otro. El siglo que empieza es un siglo de conciencia racional; éste, sin acalorarse, lo sopesa todo, tomando todos los lados en consideración, sin lo que no se puede conocer el racional término medio de las cosas. Éste nos manda observar con la mirada multilateral del anciano, y no mostrar la presteza acalorada de los caballeros de los tiempos pasados, somos niños ante este siglo. Créame, que usted y yo somos igualmente culpables ante él. Y usted y yo pasamos al exceso. Yo, por lo menos, lo reconozco pero, ¿acaso lo reconoce usted? Del mismo modo que yo perdí de vista los asuntos actuales, y una gran cantidad de cosas que convenía considerar, exactamente de esa misma forma los perdió usted; así como yo me concentré demasiado en mí mismo, así usted también se dispersó demasiado. Así como a mí me hace falta saber mucho, de lo que usted sabe y yo no sé, así usted debe saber también, siquiera, una parte de eso que yo sé, y usted en vano menosprecia.
Y, mientras tanto, recuerde ante todo su salud. Deje por un tiempo las cuestiones actuales. Usted después regresará a éstas con mayor frescura y, por lo tanto, con mayor provecho tanto para sí, como para éstas.
Le deseo, de todo corazón, paz espiritual y bienestar primordial, sin lo que no se puede actuar ni proceder de modo racional en ninguna palestra.

N. Gógol.

Al mismo tiempo que con la carta a usted, le dirigí una carta a Ánnenkov1. Pregúntele si acaso la recibió. La dirigí a poste restante.

1Ver la primera variante de esta carta en el borrador de finales de julio, principios de agosto de 1847, de Ostende.

Imagen:
Carlos de Haes, Rompientes, 1870.