Francfort, 26 de junio (8 de julio) de 1847.
Le agradezco mucho, buenísima Anna Mijáilovna, por su carta y todas las noticias. Que Dios la ayude por esa misma disposición de espíritu regular y serena, que sólo existe en el paraíso donde, según la expresión de los aldeanos, no hay ni frío ni calor, sino un mismo centro. Y no es extraño eso, porque Dios es el centro de todo, y el sosiego es ese instante superior del estado espiritual, al que todo aspira. Le agradezco por sus consejos amistosos y sus preocupaciones. Yo, gracias a Dios, estoy bastante sosegado y, me parece, hasta un poco mejor de salud. Por los comentarios sobre mi libro me preocupé, porque necesito conocer imperiosamente, en qué estado se encuentran las cabezas y las almas en nuestro país. Eso lo necesita conocer su prójimo, para que su discurso de escritor alcance el tono adecuado, ni mayor ni menor frente a la nota que debe ser, para que una mayor cantidad de personas lo entienda. En mi propio libro, como sabe, el estilo del discurso se elevó mucho. Eso, acaso, sea mejor para unas cuatro-cinco personas, pero para las otras es absurdo. Se podría expresar lo mismo con más sencillez, pero para llegar a esa sencillez necesito crecer yo mismo, ¡qué desgracia! Eso siempre sucede con esos, que se forman y educan. Yo ahora estoy en Francfort. De aquí voy a Ostende, donde estaré hasta las primeras fechas de septiembre, después de lo cual a Italia, y ahí al Oriente. Bese a todos los suyos, desde el chico hasta el grande, y dígales que no se apartan de mis pensamientos, que suelen ser algo así, como una pequeña copita de un vino precioso, que sólo se bebe en las fiestas después de almuerzo. Y Sofía Mijáilovna, usted y la condesa, su mámienka, probablemente no dudan de eso. Infórmeme a qué se decidió y dónde pasará el verano. Alexándra Ósipovna1 concibió un hijo de Mijaíl, lo que probablemente ya sabe. La noticia de eso me alegró mucho, tanto más por que su propia salud no se deterioró por eso. Usted, al parecer, ¿se verá con ella en verano? Yo también pensaba verla, así como a usted, en particular cuando oí que los doctores prescriben baños de mar. Pero parece que no pronto aún me está destinado verme con los amigos; por lo visto, para que me acostumbre a contentarme con sus imágenes, no expuestas a la percepción de nuestros cinco sentidos, por lo visto, para que recordemos que si queremos vernos, pues debemos aspirar a eso, en que todos nos veremos y donde no hay separación2. Bueno, adiós.
1Alexándra Ósipovna Smirnóva (Rossetti de nacimiento), dama de compañía de la zarina, esposa del gobernador de Kalúga, amiga de Vasílii Zhukóvskii y Alexánder Púshkin.
2En sus cartas de esta época, Gógol alude al mundo del más allá a menudo, acaso con una intención de suicidio.
Imagen: Bernardo Bellotto (Canaletto), Church, Warsaw, 1778.
Todo suyo, G.
1Alexándra Ósipovna Smirnóva (Rossetti de nacimiento), dama de compañía de la zarina, esposa del gobernador de Kalúga, amiga de Vasílii Zhukóvskii y Alexánder Púshkin.
2En sus cartas de esta época, Gógol alude al mundo del más allá a menudo, acaso con una intención de suicidio.
Imagen: Bernardo Bellotto (Canaletto), Church, Warsaw, 1778.