Petersburgo, 12 de mayo de 1847.
Yo recibí tu carta de Nápoles, amabilísimo Nikolai Vasílievich, y sin darle largas al asunto, me dispongo a la respuesta. En vano adjudicas mi silencio a que, al parecer, supongo un cambio en ti. En absoluto no, yo no te escribía, simplemente, porque no recibía respuestas de ti y no sabía a dónde dirigirte. En lo que respecta a los cambios pues, sean los que sean, no son capaces de cambiar mis sentimientos por ti. Hay personas que significan tanto en nuestras vidas, que incluso sus cambios, por lo visto más radicales, no pueden tener ninguna influencia sobre nosotros. ¿Qué nos importa el hecho de que éstas cambiaron? Que juzguen sobre eso quienes les concierna, nosotros siempre seremos los mismos respecto a ellas. Tú eres una de esas pocas personas, con quienes la vida y las circunstancias me pusieron, precisamente, en una relación tal, y los cambios en ti, aunque los hubiera, no pueden cambiar mis sentimientos por ti.
Tú me ruegas que te informe sobre los comentarios orales, entre los funcionarios de medio pelo y los maestros de toda clase, sobre tu último libro. Te confieso, ahora menos que nunca esperaba yo un ruego semejante de ti: lo que tenía sentido y significado en relación con tus obras anteriores, en el presente caso parece, en mi opinión, una especie de curiosidad inútil. Pues ese tipo de libro puede ser escrito como resultado de una convicción, o como resultado de una no convicción. En el primer caso, ¿qué asunto tuyo son los comentarios de los funcionarios de todo pelo y los maestros de toda clase? Tu obra está hecha, tu palabra está dicha; una palabra dicha no para ofrecer una ocupación agradable a la mente y el gusto, una palabra dicha para brindar provecho al alma y aleccionar a los hombres, para la obra sólida de la vida, para quitar del alma, siquiera, una parte de la severa responsabilidad por la inutilidad de lo antes escrito...
¿Para qué pues, tú quieres conocer las ingenuas habladurías de los funcionarios durante el prèfèrence, o las palabras dichas al vuelo de un pobre trabajador de la ciencia? ¿Qué hay en éstas para ti? ¡Éstas no acelerarán la maduración de los frutos sembrados por tu palabra, y no la atrasarán! Esos comentarios no son importantes para una creación, que tiene el significado que tú mismo le señalaste: para una creación que emana de un alma profundamente convencida en un instante de iluminación. Para ésta son importantes no los comentarios, sino el juicio desapasionado y el veredicto auténtico de la futura historia de la literatura rusa. En el segundo caso, o sea, si tu libro está escrito como resultado de una no convicción, pues de nuevo no puedo entender para qué debes conocer los diversos comentarios: el libro, dicen, se vendió todo, y esa noticia es más satisfactoria que todos los comentarios.
Bueno, dije todo esto así, entre tanto, pero cumpliré tu deseo, y lo que sepa, pues te lo informaré sin ambages; sólo te repito que eso no te servirá ni conducirá a nada, acaso sólo a satisfacer tu curiosidad. Ni uno de los libros que salió en lengua rusa, provocó unos comentarios tan diversos y opuestos en esa parte del público, cuya opinión te interesa, como tu Correspondencia. Pero toda esa diversidad se puede dividir en tres categorías que tienen, por su parte, diversas secciones. Unos te consideran ni más ni menos que un hombre santo, para quien se abrieron las puertas del paraíso en la vida futura; compran tu libro y, siguiendo tu consejo, se lo regalan a los necesitados de bondad o del pan de cada día. Otros atribuyen la edición de tus cartas al cálculo. En esa clase se encuentran más secciones, y las adivinanzas sobre los objetivos que te rigen van, desde la simple ganancia monetaria hasta unos motivos y planes tales que a ti, por supuesto, no podrían venirte a la cabeza1. Los terceros lo adjudican todo al deterioro de tu salud, y lloran la pérdida del escritor genial en ti. Yo oí‚ incluso, que uno de ellos vinculó tu libro con el Charomútie de nuestro excéntrico Lukashévich que salió, al parecer a propósito, al mismo tiempo que tu Correspondencia2. Eso es todo lo que te puedo informar sobre las diversas opiniones y comentarios que tuve la ocasión de oír.
Me escribes que Daniliévskii te pregunta por mí, sin tener ninguna noticia de mí. Y esa es la misma razón de mi silencio: yo no sé dónde está él, no respondió a mi última carta: ¿adónde pues le voy a escribir? Y está mal que no me escribiste su dirección. Y entre tanto, yo estoy ahí mismo, en el mismo lugar, en el mismo rincón que alguna vez te recibió con júbilo y está dispuesto siempre a recibirte, si sólo no desdeñas el refugiarte en él.
Te agradezco por tu pregunta sobre mi vida cotidiana y mis familiares. Vivimos poco a poco, por lo menos estamos saludables. La cantidad de niños no supera, gracias a Dios, la media docena, necesidades hay y aumentan, ¡pero qué decir de eso!
Todo tuyo, P.
1Corren rumores de que Gógol intenta, mediante su libro, convertirse en preceptor de los grandes príncipes.
2Charomutie o lengua sagrada de los magos, hechiceros y sacerdotes descubierta por Platón Lukashévich, con un suplemento de la charomutie, extraída por éste de fuentes directas y mágicas de las lenguas rusas y eslavas, y parcialmente del latín (Piotorgórod, 1846).
Imagen: Dmitriy Mikhailychev, Church, 2006.