Francfort, 8 (20) de junio de 1847.
Te agradezco por la carta. Ésta me produjo un placer peculiar, precisamente, por la siguiente razón: yo ya empezaba a pensar que, por tus ocupaciones de funcionario, algo ásperas, te habías atorado y ahogado. Pero el estilo de la carta es animado, y la idea es fresca. ¿Por qué no pruebas con la pluma? Digan lo que digan, las capacidades no se nos dan en vano, y su no utilización es castigada con severidad. Tú tienes pues, a juzgar por tus relatos escolares, escritos ya desde Niézhin, todas las cualidades del narrador. Tu discurso fluía fértil y libre, tu prosa era varias veces mejor que tus versos, y ya entonces era mucho más correcta que la mía actual. ¿Acaso no tienes un objeto sobre el qué escribir? ¿Pero acaso no viviste? ¿Acaso no viste a los hombres? ¿Acaso no se te abrió el alma del hombre? La diferencia está, en que ésta se te abrió desde la edad más tierna. ¿O acaso el mundo que conociste lo consideras ínfimo, no atractivo, no curioso para los otros? Pero en ese caso, es necesario demostrar antes que el hombre de esos lugares, donde tú lo hallaste, no es capaz de tener sensaciones elevadas. Pero tú y yo sabemos, que un maestro de cadetes tiene unos instantes, que no alcanza a tener un funcionario, que no se sabe por qué se convirtió en objeto primordial de la pluma. Acaso, exactamente, sea un poco culpable de eso yo. Sea como sea, todo esto es un tipo de cosas, en las que deberías pensar ahora muy seriamente. Te asombra por qué estoy tan ávido de oír los comentarios sobre mi libro. Porque estoy muy ávido de conocer a los hombres, y en los comentarios sobre mi libro, de todas formas, más o menos, se dibuja ante mí el hombre con todo su conocimiento e ignorancia y, lo que es más importante, se me revela su propio estado espiritual, que para mí es más importante aun que sus características exteriores y que, concuerda tú mismo, yo no podría conocer sin mi libro de ningún modo. A propósito de los comentarios. Leí en estos días una crítica en el 2do. No. de El Contemporáneo, de Bielínskii1. Él, al parecer, tomó el libro como escrito todo a su cuenta personal, y leyó en éste un ataque formal a todos los que comparten sus ideas. Eso no es verdad; en mi libro, como ves, hay ataques a todos y a todo lo que rebasa los límites. Probablemente, él tomó a su cuenta una imputación que estaba dirigida al periodista en general2. Me fue muy pesarosa su irritación, no por causa de la rudeza de esas palabras que, al parecer, yo no sé soportar: tú sabes que puedo escuchar las palabras más rudas. Sino porque, sea como sea, ese hombre habló de mí con interés durante diez años3. Ese hombre, a pesar de su exceso y afición, señaló justamente, no obstante, muchos rasgos de mis obras que no advirtieron otros, que se consideraban a un nivel de comprensión superior al suyo. ¡Y yo le pagaría a ese hombre con una ingratitud, cuando yo sé hacerle justicia, incluso, a esos que ponen a la vista y buscan en mí sólo los defectos! Al contrario, en este caso sólo me engañé: consideré a Bielínskii más elevado, menos capaz de una visión miope y una conclusión mezquina. Yo no sé por qué es tan penoso soportar un reproche por ingratitud, pero para mí ese reproche fue el más penoso de todos los reproches, porque mi alma en realidad es agradecida y me gusta agradecer, porque siento en eso un placer personal. Por favor, habla con Bielínskii, y escríbeme en qué disposición de espíritu se encuentra ahora respecto a mí. Si le hierve la bilis, pues que la vierta contra mí en El Contemporáneo, con las expresiones que considere oportunas, pero que no las guarde contra mí en su corazón. Y si se le apaciguó el disgusto, pues dale la esquela adjunta a ésta, que puedes leer tú mismo4.
Por todo veo, que deberé hacer algunas aclaraciones sobre mi libro, porque no sólo Bielínskii, sino incluso esas personas, que podían conocerme mucho más que él respecto a mi persona, extraen unas conclusiones tan extrañas que, simplemente, no logras entender. Se ve, que tengo sin comparación más oscuridad y vaguedad, de la que yo mismo veo. Aún otro ruego. Averigua, por favor, qué otro Gógol apareció, al parecer, como pariente mío. Cuanto puedo recordar, parientes Gógol yo no tuve ninguno, con excepción de mis hermanas que, en primer lugar, son del sexo femenino y, en segundo, no recurren a la literatura. Mi padre tenía dos primos sacerdotes, pero ésos eran simplemente Yanóvskii, sin el agregado Gógol, que sólo le quedó a mi padre. Si el aparecido Gógol es uno de los hijos del sacerdote Yanóvskii5, de los que yo, no obstante, no vi ninguno hasta ahora con mis propios ojos pues, en ese caso, éste puede resultar realmente un primo segundo mío, pero sólo no entiendo para qué debe plagiar el nombre Gógol. No digo esto porque esté muy ufano del apellido Gógol sino porque, en realidad, pueden producirse algunas porquerías con eso, historias con los libreros, engaños y falsificaciones en el negocio libresco. Y por eso te ruego, para evitar todo tipo de publicidad periodística, informar personalmente a los libreros para que tengan cuidado, y si se les aparece alguien bajo el nombre de Gógol, y empieza a proponer algo o actuar en mi nombre, pues que recuerden que yo no tengo en particular ningún pariente Gógol, y no lo vi hasta ahora con mis propios ojos. Y por eso, que se dirijan en esos casos a ti o a Pletnióv6 para aclarar el asunto. Además, a quien actúa bajo mi nombre, no estaría mal darle a saber, indirectamente, que actúe bajo su propio nombre. Todo nombre o apellido se puede bonificar. Probablemente, le será desagradable si yo hago algún anuncio periodístico. ¡Bueno, adiós! ¡Te abrazo con el alma!
Tuyo, G.
Por favor, no me olvides y escríbeme. Dirige a Francfort del Main, poste restante.
1Vissarión Bielínskii, crítico, ideólogo, líder del movimiento occidentalista, cabeza de la revista El Observador moscovita, promotor de talentos.
2En su artículo Sobre La Odisea traducida por Zhukóvskii, de los Pasajes selectos… Gógol escribe: "Incluso, esas obras delirantes y enfermizas del siglo, con esa amalgama de toda clase de ideas inmaduras, que aportaban sus incitaciones políticas y demás, empezaron a decaer de modo considerable; sólo los lectores de fondo, habituados a mantenerse a la zaga de los líderes del periodismo, aún leen algo entre líneas, sin advertir por cándidos, que los pastores que los aventajan ya hace tiempo se detuvieron en la duda, sin saber por sí mismos a dónde conducir sus rebaños extraviados”.
3Vissarión Bielínskii escribe por primera vez sobre Gógol el artículo Sobre la novela rusa y las novelas de Gógol, que incluye en 1835 en su columna (T. No. 7), y después expresa en la prensa juicios favorables sobre la obra de Gógol.
4La carta de Gógol a Vissarión Bielínskii, fechada hacia el 8 (20) de junio de 1847.
5Seguramente, Stepán Yanóvskii, hijo de Merkúrii Yanóvskii, sacerdote, tío segundo de Gógol por parte de padre.
6Piótr Pletnióv, escritor, crítico, profesor del Instituto Patriótico, editor de la revista El contemporáneo, rector de la Universidad de San Petersburgo.
Imagen: Bernardo Bellotto (Canaletto), Neuer Markt in Dresden, 1750.