jueves, 10 de julio de 2008

Gógol a S.T. Aksákov


Vasílievka, 12 de julio de 1848.

Y por la carta y por los libros1 le agradezco, buen Serguei Timoféevich. Por débil que esté después de una dolencia, de la que no me repuse aún como es debido*, no puedo negarme el escribirle unas cuantas líneas. ¡Qué tiempo tan asesino-malsano, y qué aire tan sofocante-fatigoso! Sólo a los tres o cuatro días de mi llegada a la patria, me sentí bien. Después, las incesantes descomposiciones de estómago, de los nervios y de la cabeza por esta sequedad infernal, que más fatigosa no hay bajo los trópicos. Todo se enfermó y enferma a nuestro alrededor. El cólera y todo género de diarreas no me dejan cobrar aliento. La añoranza (aun más, por que no le va a la cabeza ninguna ocupación intelectual). Incluso, para leer la lectura más ligera no tengo fuerzas. Y por eso no espere de mí por ahora ningún recuento, respecto a las impresiones que me produjeron los libros enviados. Yo después le escribiré a Konstantín Serguéevich mi opinión sobre su drama. Su artículo sobre la polémica moderna me gustó, acaso, por que durante la lectura mi cabeza estuvo fresca, y la atención me alcanzó para un artículo pequeño. Su examen del drama2 desearía leerlo con impaciencia, siquiera por pedazos. Me parece, que usted hará una obra nada superflua si se dedica a éste, además de que el mismo tema del que se hablará es tan importante para todos nosotros, que el mismo drama y el mismo cuentista pueden quedarse casi a un lado. En el drama se alcanza la esencia superior de nuestro pueblo, ¡esa es su virtud principal! Su defecto es que, excepto esa virtud superior, el pueblo no se oye en sus otras facetas, no tiene nuestro cuerpo pecador, es incorporal. ¿Para qué Konstantín Serguéevich escogió la forma del drama? ¿Para qué no escribió de modo directo la historia de ese tiempo? Extraño asunto: cuando yo despliego nuestra historia, entreveo en ésta un drama vivo en cada página, se me descubre de modo espacioso todo el panorama de las acciones de entonces, y entreveo a todos los hombres en primer y segundo planos, a los activos y a los callados. Pero cuando yo leo nuestro tal llamado drama histórico, extraído de ésta, el panorama ante mí es estrecho, veo sólo a esos personajes que el cuentista escogió para demostrar su idea preferida. La plenitud de la vida se aleja de mí, el olor de la frescura, de la primera frescura primaveral no lo oigo. En lugar de la acción oigo una logomaquia, y todo me parece pálido. No extiendo estas palabras al drama de Konstantín Serguéevich. En éste no hay languidez, el lenguaje es fresco, el discurso vivo. ¿Pero para qué, no siendo un dramaturgo, escribir un drama? ¡Como si la propiedad de dramaturgo se pudiera adquirir! ¡Como si para eso fuera suficiente sentir vivamente, apreciar profundamente, juzgar y pensar elevadamente! Para eso se necesita una creación sensible, plástica, y no otra cosa. Ésa no se puede sustituir con nada. Sin ésa, la historia siempre quedará superior a cualquier obra extraída de ésta.
Acaso, todo esto que le digo ahora, es fruto del actual estado turbado de mi cabeza, incapaz de razonar con precisión y lucidez; acaso, la otra vez, cuando lea esta obra con más atención, y además en un instante más fresco, me exprese de otra forma y mejor; pero me parece que, y entonces, no convendré con Konstantín Serguéevich en que el drama, al parecer, es una comprensión artística de la historia de una época determinada. Más pronto, acaso, se pueda decir una reproducción artística de ésta. La comprensión de una cosa es poco para el drama. Pero de todo esto hablaremos después. La obra, en todo caso, no es poco importante, y siempre quedará como notable por esa elevada tarea que nos encomendó, y sobre la que todo ruso verdadero debe cavilar y razonar seriamente.
Adiós, buenísimo Serguei Timoféevich. Lo abrazo fuertemente. No sé, cuándo me veré con usted. Quería ir ahora, a pesar de la debilidad enfermiza, pero averigué que las diligencias de Járkov a Moscú se eliminaron. Para disponer mi equipaje no tengo medios, y me aburre. Un compañero de viaje por ahora no encuentro. Escríbame dos palabras sobre Mijaíl Semiónovich3, ¿no estará acaso en Járkov? Él, parece, tiene la costumbre de pasar por allá en agosto, por la feria. ¡Cuán agradable me sería pasear un poco con él! Escriba.

Todo suyo, N.G.

A todos los suyos una reverencia amistosa.

*Tuve una diarrea agotadora que me debilitó hasta el nec plus ultra (hasta el extremo) (disentería). (Nota de Nikolai Gógol).
1Serguei Aksákov envía a Gógol sus Apuntes sobre el pez pescado (M., 1848) y La liberación de Moscú en 1612, de Konstantín Aksákov, con la carta del 21 de junio de 1848 (Aksákov, p.194-195).
2Serguei Aksákov escribe a Gógol el 21 de junio, refiriéndose al drama de su hijo: "Si yo no fuera el padre del autor, pues con seguridad publicaría un artículo crítico sobre el mismo. Ese artículo lo incluiré en la carta a usted, y seguramente se lo enviaré " (Aksákov, p. 193).
3Mijaíl Schépkin, actor célebre, reformador de la escena, lector público de las obras de Gógol, amigo de Vissarión Bielínskii y Alexánder Guiértzen.

Imagen: Yuri Kugach, In the Village, 1990.