martes, 15 de julio de 2008

Gógol a V.A. Zhukóvskii


Nápoles, 22 de febrero (6 de marzo) de 1847.

La carta del 6/18 de febrero, que echaste en Francfort con la noticia de mi libro, la recibí hace sólo tres días, o sea, el cuatro de marzo. La aparición de mi libro se convirtió, exactamente, en una especie de bofetada: una bofetada al público, una bofetada a mis amigos y, finalmente, una bofetada más fuerte a mí mismo. Después de ésta me desperté, exactamente, como de una especie de sueño, sintiéndome como un escolar culpable, que hizo más travesuras de las que tenía pensadas. Yo manoteé en mi libro como tal Jlestakóv, que no tengo ánimo para mirarlo. Pero al menos ese libro, desde ahora, va a yacer siempre sobre mi mesa como un espejo fiel, en el que debo mirarme para ver toda mi puerilidad y pecar menos en el futuro. A pesar de todo, mi libro es de provecho. En una semana se agotaron todos los ejemplares1 (aunque se imprimieron dos tiradas). Todas las hasta entonces anteriores cuestiones de la literatura, de pronto, fueron sustituidas por otras, y todos los temas de conversación de las personas inteligentes de nuestras sociedades, fueron sustituidos por otros temas. Yo espero, que después de mi libro aparezcan unas cuantas obras inteligentes y prácticas, porque en mi libro hay, precisamente, algo que estimula la actividad intelectual del hombre. A pesar de que éste no constituye, por sí mismo, una obra capital de nuestra literatura, puede generar muchas obras capitales. Pero, lo confieso, lo más alegre de todo para mí, fue oir la noticia de tu idea bendita, de escribir cartas con motivo de mis cartas. Pienso que su salida a la luz puede convertirse, ahora, en el fenómeno más decoroso y necesario entre nosotros, porque después de mi libro como que todo está tenso; todos más o menos, tanto los atacantes como los defensores, se encuentran en una situación intranquila, y muchos no acaban de entender, simplemente, a donde arrimarse, sin saber acordar tantas cosas, por lo visto, opuestas por la brusquedad con que fueron expresadas. La aparición de tus cartas puede tener ahora un efecto benéfico y conciliador. ¡Pero cuánta vergüenza me da conmigo, cuánta vergüenza me da contigo, alma buena! Me da vergüenza, porque imaginé que mi educación escolar ya había terminado, y podía ponerme a la par contigo. De verdad, en mí hay algo de Jlestakóv. Y tú dócilmente, sin indignación, me tiendes tu mano hermana, en la que te envío el beso en ausencia. ¡Adiós, mis buenos! ¡Que Dios los conserve a todos sanos y salvos!

Tuyo, G.

Unos dos días atrás te envié ya una carta, fechada el 4 de marzo, que contiene mi ruta de viaje. Mis noches, como antes, son sin sueño; estoy débil de cuerpo, pero de alma, gracias a Dios, bastante fresco.

1Al parecer, Gógol se basa en un informe no del todo verídico, pues el libro se vende con lentitud.

Imagen: Angel Oil Painting Art Co., Ltd, Seascape oil painting, XXI.