sábado, 19 de julio de 2008

M.P. Pogódin a Gógol


Moscú, 17, 24 de marzo de 1847.

Ahora recibí tu carta, amable Nikolai Vasílievich, y te respondo consolado, emocionado. Se me alivió el corazón, se me desataron las manos. Hasta ahora, no podía cobrar el ánimo de ningún modo para escribirte sobre tu libro, temía sobre todo que atribuyeras mi opinión a una persona alarmada. ¿Por dónde pues empezar ahora?, todo lo asentado largo tiempo en el fondo del corazón quiere salir. No busques orden, no busques reflexión, sólo para no perder algo necesario.
En cumplimiento de tu deseo te diré, ante todo, cómo recibí tu carta. Hoy es lunes de resurrección. Recién regresé de la misa y me puse a tomar té. Delante de mí estuvo sentado un bosnio, que iba a ver al zar a solicitar protección para la iglesia ortodoxa, oprimida por los turcos. Yo hablaba con él y, entre tanto, pensaba si ayunar o posponerlo para el verano, pues ahora tengo el espíritu inquieto y estoy muy limitado por las circunstancias. Tú no te puedes imaginar cuánto placer me causó tu carta. Yo despedí a la visita con rapidez, y empecé a releerla. La decisión de ayunar es uno de sus primeros frutos.
Tu libro lo vi por primera vez el 10 de enero. Me señalaron, ante todo, los pasajes que se refieren a mí. Me afligí hasta el fondo del corazón: ¿cómo, yo trabajé 30 años, y ningún joven me da al parecer ni las gracias, no conduje a ningún joven como que a ningún bien? Yo estuve a punto de llorar. Iba entonces con Sheviriév1 a un baile en casa de los Chertkóv. En ese espíritu, bajo el ruido de la música, mientras el corazón se me llenaba de sangre2, hablé del libro con Elizaveta Grigórievna3. Apenas regresé a casa, a las dos de la madrugada, me puse a leer el libro. Leí el Testamento, me asusté, continué la lectura, me quedé pensativo, me reí, convine y no. Al otro día, por la mañana, lo leí todo de una vez, y me quedó una impresión totalmente serena y armónica, tal, que yo mismo me quedé pasmado con el cambio tan repentino. Ni la más mínima sensación de desagrado y aflicción encontré en mí. Al instante le escribí sobre eso a Elizaveta Grigórievna y a Sheviriév, que fueron los únicos testigos de mi inquietud. Esos primeros instantes yo los considero asombrosos, sagrados, y el recuerdo de éstos ahora me causa placer aún. ¡Pero cómo pudo esa terrible inquietud (sus causas son peculiares, ver abajo) calmarse de pronto, de modo que no quedara huella! Esa acción me sirvió como prueba de que el libro, a pesar de sus defectos y extrañezas, está escrito con franqueza, con el alma, con buena intención.
En las conversaciones con los amigos, por ocasiones, después yo trasmití eso, pero en general fui frío, examiné la obra con ellos por partes, estuve insatisfecho con la mayor parte, me lamenté de mí mismo, pero no con el corazón, sino con la mente, y sólo salvaguardé la franqueza, adjudicando todo lo no bueno y extraño a la enfermiza depresión espiritual.

24 de marzo.

Continúo, al término del ayuno.
La prueba más clara y palpable de esa depresión, y a la vez de la franqueza del libro, es el Testamento. Lo examinaremos, en cuanto me alcance la memoria (no tengo el libro en casa).
1."No enterrarme hasta...4" Pero tú podías y puedes morir en el mar, en las tierras extrañas, en Asia. ¿Para qué pues expresar aquí ese deseo? Esa es una, y después: ¿cómo exigir o incluso suponer que toda Rusia lea tu testamento, para que no pueda pretextar ignorancia (ante quién, para qué)? ¿Acaso no es mejor, simplemente, llevar, siquiera en la cruz, una nota?: "Ruego no enterrarme hasta..."
2."No poner un monumento...5" Si lo quieren poner lo pondrán, pero para ellos, no para ti. ¿Acaso los monumentos se ponen para los difuntos? ¿Para qué los necesitan? "Para hacerse mejor". Quien se hace mejor, ése se hace para sí, para Cristo, para otro nadie se hizo mejor, en particular para un autor desconocido. Y ahí es sabio contar con los amigos. ¡Acaso, incluso, hay algo de pecado en hacerse mejor por testamento, en lugar de por monumento!
3."No llorar6". El que tenga lágrimas, ése las derramará, y al que no las tenga, no hay nada que decirle. Las lágrimas son útiles para el que llora. "No llorar incluso ni por el mejor hombre". ¿Qué clase de colación, de comparación es esa? Tú mueres hoy, el otro mañana, ¡cómo unir ahí las discusiones!
4.Sobre el retrato. Empezar a dibujar y recordar... Es el rostro, el cariz del autor, y no de un hombre moribundo7. Una litografía mediocre no estorba a un grabado célebre, como las miles anteriores no a La Transfiguración de Yordánov8. Nadie pensó en copiarla, ni nadie tiene derecho. Al mismo tiempo que en Moscú, salió en Járkov, en El Jovenzuelo, un retrato totalmente distinto. Me dijeron hace poco, que estuviste enfurecido por la inclusión de tu retrato en El Moscovita. Yo, de ningún modo, podía haberlo supuesto. Yo pensé, incluso, en darte un pequeño gusto a ti, y uno grande a tus admiradores. Ninguna otra idea hubo y no podía haber. En Rusia, nunca fue una costumbre preguntarse. ¿Por qué yo, como persona allegada, no me pregunté?, no lo pensé y, acaso, tampoco quería ponerte en la delicada situación de autorizar tu retrato. No se produjo daño a tu propiedad, eso te lo aseguro. Por lo demás, si estuviste o estás enojado, pues discúlpame. Te envío, por ahora, lo escrito. Lo restante con el siguiente correo. Te abrazo fuerte. Te beso fuerte.

Tuyo, M. Pogódin.

1Stepán Sheviriév, poeta, crítico, traductor, editor, fundador de la revista El Heraldo de Moscú, profesor de literatura rusa en la Universidad de Moscú.
2El corazón se le llena de sangre (locución usual), aproximadamente, el corazón se le encoge.
3Elizaveta Grigórievna Chertkóva (Chernishóva de nacimiento), conocida de Gógol.
4En el Testamento con que inicia sus Pasajes selectos.., Gógol escribe: "I. Lego no enterrar mi cuerpo, hasta que no se muestren los signos evidentes de la descomposición. Recuerdo sobre esto porque ya durante la propia enfermedad, se percibieron en mí minutos de estado letárgico, el corazón y el pulso dejaban de latir" (Prosa religiosa, pag. 30).
5En el punto II del Testamento, Gógol escribe: “Lego no poner sobre mí ningún monumento, y no pensar en esa banalidad, indigna de un cristiano”(Prosa religiosa, pag. 40).
6En el punto III del Testamento, Gógol escribe: "Lego que nadie me llore en absoluto, y cometerá pecado en su alma, aquel que empiece a considerar mi muerte como alguna pérdida importante o general” (Prosa religiosa, pag. 40).
7En el punto VII del Testamento, Gógol escribe: "Lego.., pero recuerdo que ya no puedo disponer de eso. De una forma desconsiderada se me ha expropiado mi derecho de propiedad: sin mi voluntad y permiso se ha publicado mi retrato" (Prosa religiosa, pag. 43). Después de Mijaíl Pogódin, el editor del almanaque de Járkov, Iván Biétzkii, publica una litografía de otro retrato de Gógol realizado por Mazer.
8El pintor Fiódor Yordan trabaja durante años en los grabados de La transfiguración del Señor, un cuadro de Rafael. De acuerdo al Testamento, Yordan tiene un derecho único sobre el retrato en grabado de Gógol.

Imagen: Ivan Goryushkin-Skoropudov, Starý Rusje, 1910.