jueves, 15 de enero de 2009

P.A. Pletnióv a Gógol


Petersburgo, 16 de mayo de 1847.

Tú, por favor, no le creas a nadie que las personas que no me conocen y, según tus palabras, no saben valorarme (aunque de valorar pues, te digo con franqueza, no hay nada), pudieron influir en mí de modo desagradable. Yo hace tiempo entendí y sentí que, mientras más vives, menos necesario te haces para las personas extrañas: por consiguiente, no coincidimos en nada. Yo vivo totalmente solo, con excepción de quienes necesito recibir por mi hija. Si me fastidian los comentarios estúpidos sobre tu libro, eso sucede por la lástima que me da la situación lamentable, en que se encuentra nuestra pobre literatura sin pastor.
Sobre el viaje al extranjero este año no puedo ni pensar. Yo termino hacia 1848 el segundo cuadrienio de mi rectoría. Es necesario terminar de servir este medio año. Cuando se realice en diciembre la elección del nuevo rector, dejaré el servicio por completo, y entonces pues seré libre, como tú, de viajar por el mundo, y además no solo, sino con mi hija, que entretanto terminará su enseñanza inicial, y empezará la final bajo mi tutela directa.
Ya le escribí a Vasílii Andréevich1 que recibí de Stiglitz2 ese dinero, que una vez te envió Prokopóvich3. Tú debes decirme de modo definido, si es necesario guardarlo para la impresión de nuevas ediciones tuyas, o a quién enviárselo. En todo caso, no me dejes sin aviso.
Hoy estuve en casa del gran príncipe heredero. Su alteza se dignó a preguntarme dónde tú pasabas el verano. Cuando yo le anuncié que en Alemania, pues el gran príncipe observó que, probablemente, te vería, al disponerse a acompañar al sezariévich4 a Darmstadt.
Me da mucha lástima, que la salud y la suposición respecto al viaje al Oriente, no te permitan venir con Vasílii Andréevich a Petersburgo5. Probablemente, no sabes que en 1847 se conmemora el cincuenta aniversario de su servicio a las musas. Cuán alegre sería reunirnos todos juntos para esa ocasión, y saludar a un solo coro a nuestro inapreciable maestro poeta. Pues ya de nosotros quedamos pocos. Con excepción de Viáziemskii, la casa de los Vielgórskii y los Karamzín, y Smirnóva, yo, incluso, no sé con quién podríamos compartir esa alegría, compartirla no de modo ruidoso, sino en familia. Por supuesto, nuestros sentimientos tendrán una clara resonancia en el corazón del gran príncipe heredero6. Esa dicha no le corresponde disfrutarla a nadie, con excepción de Vasílii Andréevich. Cuando yo le recordé eso hoy al gran príncipe, él se animó tanto, que incluso me ordenó escribir lo que pensaba hacer para esa ocasión. Me agradó mucho ese interés.
Intenta, amigo, fortalecer tu salud y tomar un camino en la vida, por el que puedas ir con paso firme. ¡Oh, cuán grato es sentirse totalmente seguro, y encontrar cada día tanto fuerzas físicas como mentales frescas, para el cumplimiento de las obligaciones que Dios nos impone! Ya hace dos años que me condujo a ese camino un médico, casi no conocido en Petersburgo7.
Te abrazo.

P. Pletnióv.

1Vasílii Zhukóvskii, poeta, escritor, traductor, antiguo director de la revista El Heraldo de Europa, preceptor de la familia zarista, protector de escritores.
2Stiglitz, banquero de Petersburgo.
3Nikolai Prokopóvich, poeta ocasional, maestro de cuerpo de cadetes, amigo de la infancia y compañero de gimnasio de Gógol.
4Sezariévich, príncipe heredero en la Rusia zarista.
5Vasílii Zhukóvskii no puede realizar el viaje a San Petersburgo.
6Vasílii Zhukóvskii había sido instructor del gran príncipe Alexánder Nikoláevich.
7J.A. Nordstrem.

Imagen: Anatoliy Klimenko, Simbirsk, Moskovskaya Street, 2002.