domingo, 18 de enero de 2009

N.Y. Prokopóvich a Gógol


Petersburgo, 27 de junio de 1847.

Soy un poco culpable ante ti, de que no te informé en la carta anterior de la salida de Bielínskii al extranjero: entonces, tu carta a él no habría paseado en vano hasta aquí. Pero de todas formas, se la dirigí con el mismo primer correo a Salzburgo, en Silesia, desde donde tú, probablemente, recibirás su respuesta.
Fue un viaje necesario para Bielínskii: sólo de éste mismo dependía la salvación de su vida que, durante el último invierno, pendió de un hilo más de una vez, y se conservó contra todas las reglas y veredictos de la medicina.
Valiéndome de tu permiso, leí tu carta a él. Me parece que te equivocas bastante, al imaginar que B. escribió porque se tomó de modo personal, ciertas salidas tuyas contra los periodistas en general. Conociendo a Bielínskii hace tiempo, no puedo no estar seguro, de que ninguna línea suya se dirigía a la venganza de una ofensa personal. ¿Por qué no juzgar con más sencillez, y no recibir todo lo que él dijo como un encuentro de convicciones totalmente opuestas entre sí, sinceras en él y, por supuesto, no ficticias en tu libro? Bielínskii no habló con sangre fría de tus obras anteriores, ¿podía acaso hablar con sangre fría de las últimas? Por lo demás, él mismo, probablemente, te expresará todos sus motivos en su respuesta.
Tu encargo de averiguar sobre la aparición aquí, según tus palabras, de un homónimo tuyo lo cumplí, pero no encontré ninguna huella de él aquí; nadie en Petersburgo oyó sobre nada semejante, y no sé de dónde te llegaron esas noticias. Por lo demás, le rogué por si acaso al jefe de oficina, en la agencia de Yazíkov, advertir a todos los libreros, a todos con quien tiene relaciones.

Todo tuyo, Prokopóvich.

Imagen: Anatoliy Klimenko, Simbirsk, Voznesenskiy Cathedral, 1998.