viernes, 16 de enero de 2009

Gógol a P.A. Pletnióv


Ostende, 12 (24) de agosto de 1847.

Tu gentil esquela del (29 de julio/10 de agosto) la recibí. Dejaremos todo por un tiempo. Iré a Jerusalén, rezaré y entonces nos dedicaremos a la obra, examinaremos los manuscritos y lo arreglaremos todo en persona, y no en ausencia. Y por eso hasta ese tiempo, tras recoger todos mis pliegos dados a alguien para examinar, guárdalos bajo llave y retenlos hasta mi regreso. No quiero hacer nada ni empezar, hasta que no culmine mi viaje y rece como quiero rezar, agradeciendo a Dios por todo lo que me sucedió. Sólo ahora, tras escuchar a todos, puedo seguir el consejo de Púshkin: "Vive solo", y demás1. Y sin eso, apenas me serviría ese consejo, pues de todas formas, para ir por el camino de tu propia inteligencia, es necesario antes hacerse bastante más inteligente. Tras considerar todas las críticas, observaciones y ataques tanto orales como escritos, veo que es necesario, ante todo, agradecerle por éstos a todos. En todos lados se dice alguna parte de la verdad, a pesar de que la parte principal e importante de mi libro, con excepción tuya y de dos o tres personas, apenas la haya entendido alguien. Son pocos los que pudieron entender que necesitaba, asimismo, dejar por completo la palestra literaria y dedicarme de alma a mi vida íntima, para después regresar a la literatura como un hombre formado, y no salieran mis dudas como una brillante fruslería.
Tú tienes razón en absoluto, al reconocer la importancia de la literatura (suponiendo el sentido elevado de su influencia en la vida). Pero cuán mucho se necesita para llegar a eso, qué pleno conocimiento de la vida, cuánto juicio e imparcialidad senil para crear unas imágenes y caracteres vivos, que sirvan por siempre de lección a los hombres, que nadie llame al mismo tiempo ideales, sino sienta que están tomados de nuestro propio cuerpo, ¡de nuestra naturaleza rusa! ¡Cuán mucho hay que entender para crear unos hombres que sean, verdaderamente, necesarios para el tiempo actual! Te digo, que sin esa educación interna yo no tendría fuerzas, incluso, para observar bien todo lo que necesito observar. Hay que vencer muchas cosas en sí mismo, toda clase de cuerdas delicadas para no irritarse con nada, no enojarse con nada y saber escuchar a todos con sangre fría, y sopesar cada cosa. Ahora yo, al menos, supe que no sé nada, pero sé, al mismo tiempo, que puedo saber tanto, cuanto no sabe otro. Pero sobre todo esto vamos a platicar cuando nos veamos. Intentaré, a mi llegada a Rusia, ver mejor Rusia, mirar por todos lados, conversar con cada uno sin menospreciar a nadie, cuan opuesto sea su modo de pensar al mío, y en una palabra, palparlo todo yo mismo. Escríbeme sobre tus supuestos para el próximo año respecto a ti mismo, al igual de si te despides de la universidad. Confieso que me da lástima si lo haces. Abandonar el profesorado, eso yo lo entiendo, pero abandonar el rectorado, eso, me parece, no es generoso2. Sea como sea, es un puesto honorable. Éste puede elevarse mucho, por una estancia de largo tiempo de un hombre noble, honrado y de elevados sentimientos. Me da tanta lástima, cuando oigo que algún hombre bueno abandona la palestra de servicio, es como si ocurriera alguna pérdida en mi bienestar personal. Por lo menos, si ya abandonar ese puesto, pues que sea sólo, acaso, para cambiarlo por el de curador de esa misma universidad. La parte más importante del estado es, de todas formas, la educación de la juventud. Y por eso, en los puestos importantes del ministerio de ilustración deben estar, de todas formas, quienes antes fueron educadores y saben por experiencia eso, que otros quieren alcanzar con razonamientos y cavilaciones. Y por lo demás tú, probablemente, ya discutiste y sopesaste todo eso, y sabes cómo debes proceder. En todo caso, escríbeme sobre eso. Dirige la carta a Nápoles, como antes. Yo estaré allí hasta febrero. Te abrazo fuertemente.

Tuyo, N.G.

1Ver la carta de Piótr Pletnióv a Gógol del 4 de abril de 1847.
2Piótr Pletnióv se queda como rector de la Universidad de San Petersburgo hasta 1861.

Imagen: Geoff Hunt, Agamemnon in action, XX.