domingo, 3 de agosto de 2008

M.P. Pogódin a Gógol


Moscú, 6 de mayo de 1847.

La última carta te la escribí sombrío y triste, ésta te la escribo más tranquilo y satisfecho. Se me antojó escribir, escribí mucho y me alegré1. ¿Qué hice?, no te lo puedo decir: como que la lengua no se me suelta después de tus juicios.
No recuerdo en qué me quedé la última vez. Da lo mismo, voy a hablar ahora de tu autoría. Tú mismo, a lo Púshkin, la definiste bien2, pero no del todo: tú, a menudo, tocas el corazón y conmueves. En El capote dijiste: "Cuanta burda fiereza hay en el hombre más bueno y noble", o algo en ese sentido: esa expresión como que me quitó la capa de cataratas de los ojos. A menudo pensé en eso, busqué en mí y reconocí, y me arrepentí con amargura. A menudo pienso ahora, y recuerdo diversos sucesos de mi vida: había en Viátka un joven cartero que me escribió una carta hermosa, y me rogó que le consiguiera medios para estudiar. Yo empecé a gestionar a través de unos conocidos en el Departamento de correo. Lo despidieron. Vino a Moscú y vivió en casa. Stróganov3 no quería recibir en la universidad sin el examen del gimnasio. El cartero tuvo que estudiar latín. Lo senté con la gramática. Vivió un año en casa, pero no tuvo éxito. Me dio fastidio, y atribuí su fracaso a la aplicación insuficiente, lo reprendía a menudo y una vez le dije: "Eh, hermano, se ve que tienes el deseo muerto y la suerte amarga". Esas palabras las recuerdo con aflicción: ¿no le habrán caído en el corazón con pesadez? (Después se enfermó de calentura y murió en la clínica universitaria.) Así, recuerdo con exactitud varias salidas contra mi Liza4. Vaya uno a saber, acaso, alguna le llegó profundo y, aunque ella me conocía, aunque esas salidas eran muy raras, y se referían sin excepción a un objeto, su relación con sus parientes, y pronto se arreglaron; aunque mi ternura con ella a solas (delante de las personas siempre me dio vergüenza, incluso, acercarme a ella) era extrema, las secuelas internas están ocultas para nosotros. Ahora me vienen estas ideas y me pregunto: ¿qué es lo más cristiano que puede hacer un autor? ¡Qué servicio hermoso! He ahí tu labor, pero la enseñanza y la prédica, ¡Dios te guarde! ¡Hay otras personas! En mí, y por consiguiente en cualquiera, tus obras influyeron de un modo u otro, pero se te ocurrió injuriarlas5 porque perdiste el juicio, arrebatado de orgullo por un mal espíritu, que se te apareció con la imagen de un ángel luminoso y te pescó con el anzuelo de la humildad, que es nombrada de modo profundo "motivo de orgullo".
Pero me distraje de tu autoría. No tienes la capacidad de corregir y, en lugar de corregir, rehaces. He aquí por qué nunca me extendía en observaciones para ti6. Yo las consideraba inútiles. Tú apruebas casi cualquier observación, y supones que en cada una debe haber seguro una verdad (eso es extremo), y si te hiciera observaciones, pues tu primera obra sería la última y saldría post morten (¿acaso Ivánov no tiene ese desdoblamiento de la mente?). Si te indican cuál lugar en la obra, tú lo rehaces, pero lo rehecho tendrá las mismas virtudes y los mismos defectos, y demás. Por consiguiente, en lugar de rehacer es mejor escribir otra cosa, y en lugar de una obra saldrán varias obras, ¡para beneficio de los lectores, la literatura y el autor! Por eso, en vano aplazas tu viaje a Jerusalén, dentro de un año estaré mejor. En vano quemaste el 2do tomo de Las almas muertas, después lo escribiré mejor7. Tú escribirás otro, ¿y para qué perdimos aquél? Así, SassoFerratto8 dejaría 100 madonas en lugar de una. Te comparo con un pintor, a quien le señalan los defectos o él mismo los ve, y que incesantemente cubre lo pintado y lo pinta de nuevo.
Almas muertas no hay en la lengua rusa. Hay almas inspectoras, registradas, perdedoras, ganadoras9. "A los portones del hotel de una ciudad de gobierno", en ruso nunca se ponen junto tantos genitivos: su dependencia no es rusa. "A los portones del hotel llegó" no es un giro ruso. "Llegó al patio", así es en ruso. Dos mujíks platican sobre una rueda, eso está bien, pero no pueden discutir sobre Moscú o Kazán, pues en una superficie de mil vérstas no se pueden calcular las probabilidades. ¿Acaso una rueda puede llegar de Toledo a Pausílipo? ¿O hasta la Cueva del perro10? Pero nadie va a discutir sobre Florencia o Milán. Una rueda puede llegar desde Diévichev hasta la Tvierskáya, hasta Liefortóvo, bueno, a unas 10, 15 vérstas y demás. Durante el tiempo libre, por las noches, yo quería copiar Las almas muertas, pero abandoné esa intención después de tu último libro, para que mis observaciones no fueran interpretadas como una venganza. Ahora ves por qué te empujé a publicar y por qué no te hacía observaciones, o sea, para no detenerte en vano. Tú mismo nunca vas a escribir de modo correcto. Necesitas un estilista que corrijiera tus fruslerías, pero tu lenguaje, sin la corrección, tiene tales elevadas virtudes que la sustituyen con creces. ¡Griéch y Bulgárin son correctos, pero qué resultado!
Hace mucho tiempo que nadie ha recibido cartas tuyas. ¡Qué sucede contigo! Y ya me sería hora de recibir respuesta a mi primera carta, enviada en Semana santa.
Aquí tienes un suceso -se me paran los pelos- sobre un hacendado, a quien enseñas a ser como Creso. En el gobierno de Kalúga, un tal (Jitróv) fornicó durante 25 años con todas las mujeres, muchachas, madres, hijas, hermanas (aunque estaba casado y tenía familia). Finalmente, una perdió la paciencia. Al llegar al trabajo, le dijo a las demás: "No puedo más, el señor siempre me acosa. ¿Hasta cuando vamos a sufrir? Acabemos con él". Éstas se lo prometieron. Todas eran 9, en su mayor parte jóvenes, de 20, 25 y 30 años. Llegó el señor, amarró el caballo al árbol, se acercó a la mujer y le pegó con la fusta. Ésta se lanzó sobre él, las otras en su ayuda; tumbaron al señor, le llenaron la boca de tierra y le agarraron los huevos, se los rompieron, las otras se dedicaron a sacarle los ojos con los dedos, y así lo ahogaron. Después, empezaron a acostarse sobre el muerto y a hacer la imagen del acto: ¡así te trepabas sobre nosotras! Dos viejos estaban parados cerca y no intercedían. Cuando las mujeres colmaron su furia, éstos se acercaron, viraron el cadáver: ¡se murió, hay que ayudarlas! Amarraron el cadáver al caballo, le pegaron y lo soltaron por el campo. La familia se enteró, pero no pensó en llevarlo a juicio, porque se privaría de diez tributos (no era rica), y lo ocultó. El lacayo, enojado con la señora, le envió al mes al gobernador una carta anónima, y empezó el sumario. Las nueve mujeres jóvenes condenadas al látigo y el presidio, debieron dejar a sus maridos y a sus hijos. ¡Cuán pobre es tu libro ante las cuestiones rusas!
¿Te escribí acaso sobre ciertas observaciones y objeciones mías durante mi enfermedad y de Lízina? Kiréevskii11 está gravemente enfermo. Adiós. Te abrazo.

Tuyo, M. Pogódin.

¿Dónde estás el verano?
A propósito, te transcribo un fragmento de una carta a mí de Innokiéntii12, que recibí hace ya mucho tiempo, en respuesta a mi pregunta sobre tu libro. Quería conocer su opinión como hombre ajeno a nuestro círculo mundano.
"A Gógol lo leí e, incluso, recibí una esquela de él con el libro, no sé de quién, ¿acaso no de usted? Me ruega responder. ¿Pero a dónde pues? ¿A Nápoles? Él ya no está allí. ¿Y qué escribir? Si usted le escribe, pues dígale que le estoy agradecido por su amistosa memoria, que lo recuerdo y respeto, y lo quiero como antes, que me alegro de su cambio, que sólo le ruego no parodiar la devoción: ésta ama la celda interior. Por lo demás, esto no es para que se calle. Su voz es necesaria, para la juventud sobre todo, pero si es inmoderado lo tomarán a risa, y no habrá provecho".
Me quedó espacio, y por eso te diré dos palabras sobre los míos, que olvidaste con tus perfeccionamientos, ¡y el amor todo lo mezcla! Bueno, no en broma, ¿acaso sabes que mi hija pronto será novia, que mi hijo se prepara para el gimnasio y los dos menores, o sea tu ahijado y el pequeño, crecen? ¡Oh, amigo mío, es penoso, penoso! ¡Con mi tono grosero, mi carácter severo y lugubrez, ¿cómo educar a una muchacha, a una creación tierna que necesita caricias, delicadeza, indulgencia?! Yo me cultivo, pero al oso le es difícil bailar. Por lo demás, sobre esto: detalles más adelante. Mi mámienka está saludable, contenta. Elizaveta Fomínichna vive tranquila.
Sí, tú tienes conocidos ricos. Reúne pues unos dos mil rublos asignados, y envíaselos en un paquete a Shafarik13, a Praga. Un gran beneficio será y una obra utilísima. Yo mismo estoy deprimido, y ya no tengo fuerzas para reunirlos. A.P. Tolstói14 me lo prometió hace unos cinco años, pero lo olvidó y demás. La dirección es: Herrn Paul Joseph Schafarik, Custos an der K.K. Bibliothek.

1Por este tiempo, Mijaíl Pogódin trabaja en La historia de Rusia. El 4 de mayo de 1847 hace una lectura de varios capítulos en su casa. Posteriormente, publica varios de estos fragmentos en El Moscovita.
2En el capítulo xxxxxxxxxx de los Pasajes selectos… Gógol escribe: "Él (Alexánder Púshkin) siempre me decía, que aún ni un escritor había tenido ese don de exponer tan vivamente la trivialidad de la vida, de saber dibujar con tal fuerza la trivialidad del hombre trivial, para que toda esa menudez, que escapa a la vista, se hiciera robusta a los ojos de todos..." (Acad., VIII, p. 292).
3Serguei Stróganov, curador del distrito estudiantil de Moscú.
4Elizaveta Vasílievna Pogódina (Liza), esposa de Mijaíl Pogódin.
5En el capítulo xxxxxxxxxx de los Pasajes selectos… Gógol escribe: que sus obras son "impensadas e inmaduras", y concluye que su crítica es "más o menos justa" (Acad., VIII, p. 216-222).
6Serguei Aksákov recuerda en sus memorias las observaciones que le hace Mijaíl Pogódin a Gogol sobre el primer tomo de Las almas muertas (Aksákov, p. 55-56).
7El escritor quema la primera redacción del segundo tomo de Las almas muertas a finales de junio, principios de julio de 1845.
8Giovanni SassoFerratto, pintor italiano.
9En 1846, Gógol escribe para una segunda edición de Las almas muertas un prólogo especial titulado Al lector, del autor, donde se dirige a los lectores con la petición de "ayudarlo" y "corregirlo" haciendo observaciones "en todo el libro por entero" (Acad., VII, p. 587-588).
10Toledo, calle de Nápoles. La gruta Pausílipo y la Cueva del perro, lugares célebres de los alrededores de Nápoles.
11Iván Kiréevskii, crítico, publicista, eslavófilo.
12Iván Borísov (Innokiéntii), escritor religioso, predicador, obispo de Járkov.
13Pavel Shafarik, historiador, filólogo, poeta eslovaco.
14Alexánder Tolstói, alto funcionario del gobierno zarista.

Imagen: Isaak Levitan, Campanas de la tarde, 1892.