Nápoles, 30 de enero (11 de febrero) de 1847.
Recibí su carta1 del 29 de diciembre al estilo ruso2, y tras ésta una carta de Pletnióv con la noticia de la publicación del libro3. Pletnióv cometió una gran imprudencia, al publicar un manojo en lugar de todo el libro. Era necesario esperar con paciencia el permiso superior de autorización de todas esas cartas, que debían servir de refuerzo a las ideas expresadas en ese manojo. Pero se ha omitido casi todo, donde se explica cómo poner en práctica lo expresado: todas las cartas a los empleados y funcionarios dentro de Rusia, en las que se explica la posibilidad de realizar verdaderas hazañas cristianas, en cada puesto de nuestros empleos laicos. ¡Fruslería! Yo conformé el libro, en absoluto, no para enojar a los Bielínskis, los Kraévskis y los Sienkóvkis, sino que miraba al interior de Rusia y no a la sociedad literaria. El libro ahora está compuesto de lugares comunes, y en lugar de las personas y los temas que se debían poner a la vista de los lectores, me puse en la escena yo solo, exactamente como si hubiera publicado mi libro para mostrarme a mí mismo. Usted ya sabe, sin dudas, que yo le escribí a todo quien se debe, para presentar este asunto al examen de quien se debe. Y por eso, tan pronto eso sea autorizado, el libro debe aparecer en una segunda edición4 en su forma completa, con la inclusión de todos los lugares en el mismo orden exacto, como yo los tenía antes de los desórdenes provocados por la desatinada e insensata censura. Yo no sin razón observé una relación y cierta continuidad en las cartas. Ésas para conducir al lector, gradualmente, a la comprensión del asunto, y no desorientarlo con fragmentos. Pletnióv ve este asunto desde su punto de vista, le place incomodar a sus detractores literarios con mi libro. La segunda edición yo pensaba imprimirla en Moscú, encargársela a Sheviriév por razón de que, en primer lugar, allá el papel y la impresión cuestan más barato y, en segundo, para que Pletnióv no diga que yo ya no tengo vergüenza en absoluto, y lo recargo como a un caballo con mis asuntos. Pero ahora veo que en Moscú puede producirse fácilmente una dilación y alguna confusión, y el libro debe salir con seguridad para el domingo de Ramos. Pues no le molestaría a usted saber (si aún no lo sabe), que después del domingo de Ramos el despacho y el consumo libresco se suspende, y toda Rusia se hunde en un sueño profundo en todos los sentidos. Así, la impresión debe recaer de nuevo sobre los hombros de Pletnióv, pero ayúdelo usted, sacuda su pereza e intente portarse como un bravo y un gógol en la labor tipográfica. Ese trabajo no es tan aburrido como piensa, usted sentirá después, incluso, pequeños placeres en la persecución de toda clase de erratas por parte de los cajistas, y a veces en la corrección del propio autor, que hasta ahora conoce muy mal la gramática y la composición rusa. No le molestará tampoco tomar en consideración, que todo libro impreso rápido se puede imprimir aun dos veces más rápido: todo el secreto estriba en la adición de un número excedente de cajistas, en dependencia del orden del factor. Ahora hablaré con usted del mismo Pletnióv. Yo mucho quisiera conocer su propio estado espiritual. Es un alma purísima en el sentido absoluto de la palabra, llena de unos deseos purísimos. Pero él, como me parece, entró en relaciones falsas y en conflictos falsos con las personas, adquirió a través de eso una sequedad y una dureza que antes no tenía, y cierto airamiento contra algunos (sean quienes sean), totalmente impropios de su alma. Me parece que si yo conociera bien su estado interior, acaso lo ayudaría. En su carta advertí ciertas quejas confusas contra muchas personas de la actual sociedad petersburguesa. Él habla de la virtud, que se encuentra oprimida y despreciada por su pobreza, incluso, entre nuestras personas más nobles, por lo que yo pienso que él recibió cierto coscorrón con motivo de algunas tentativas aristocráticas. En cuanto sea posible, examínelo de nuevo, como que otra vez, y escríbame de él. Usted, aunque es un hombre taimado y callado, me parece que tiene una visión correcta y rara vez yerra el blanco. Le agradezco por su disposición a contribuir en mi abastecimiento de libros. A Viáziemskii agradézcale también mucho, mucho. Pregúntele si recibió acaso mi carta, enviada con Apráksin, en la que le rogaba ponerse en mi pesaroza situación, respecto a todo lo no permitido por la censura, y corregir en conjunto con Pletnióv y el conde Mijaíl Yúrievich Vielgórskii todo lo que resulte en mí embarazoso e indecoroso, antes de entregar los artículos al examen superior. En añadidura a las revistas enviadas a mí, le rogaré La Ilustración5 de Kúkolnik del año pasado, encuadernada en un libro. Del actual no le ruego. En ese libro hay unos relatos de Dal que necesito mucho. A ese escritor yo lo estimo, porque a través de él siempre obtendrás algunos informes positivos de las diversas pilladas en Rusia. Ahí mismo hay otros relatos de la vida cotidiana rusa. Por favor, no olvide que se me debe enviar sólo esos libros, donde se oye algo de Rusia, aunque sea de forma hedionda. Yo temo mucho que Pletnióv empiece a agasajarme con Finlandia6 y con los libros editados por Ishímova, a quien estimo bastante por sus útiles labores, y estoy seguro de que sus libros son verdaderamente necesarios, pero sólo no para mí. Yo necesito no los libros que se escriben para las personas buenas, sino los producidos por la actual escuela de literatos, que intenta pintar vivamente y civilizar a Rusia. Todos los cuadros petersburgueses y provincianos, los misterios7 y demás. El año pasado salió el libro Cumbres petersburguesas8, envíemelo en sus dos partes. Pero es suficiente. Estoy cansado. Yo me canso ahora muy rápido, porque mi salud se deterioró un poco de nuevo. Ya pronto hará dos meses que estoy poseído por el insomnio (cuyas razones no puedo entender). No olvide pues, mi bueno y amado Arkádii Ósipovich, trasmitirme todas las impresiones que produzca mi libro en todos los círculos, incluso en las capas más bajas, sin excluir al personal doméstico. Y por eso ruéguele a todas las personas algo benéficas, comprar mi libro no para ellas solas, sino para repartirlo a los que saben leer y no tienen con qué comprar. Bueno, que esté saludable. Vaya con Dios, no sea perezoso y escriba. Con ésta una esquela a Pletnióv.
1Arkadii Rossetti, oficial del ejército imperial, hermano de Alexándra Smirnóva.
2Gógol hace un juego de palabras con los parónimos rusos “stil” (estilo) y “shtil” (calma, bonanza). Escribe con ironía “russkogo shtilia” en lugar de “russkogo stilia”, o sea “a la calma rusa” en lugar de “al estilo ruso” (N. del T.)
3La censura prohibe cinco artículos del libro y recorta otros artículos.
4La segunda edición de los Pasajes selectos... no se hace en vida de Gógol.
5La Ilustración, revista semanal de San Petersburgo, editada por Nestor Kúkolnik. En varios números de 1845-1846 se publican las crónicas etnográficas de Vladímir Dal Creencias, supersticiones y prejuicios del pueblo ruso, a las que se refiere Gógol.
6Mijaíl Pletnióv se escribe con su amigo Yákov Grot, filólogo (en este momento profesor de la Universidad de Helsinki), y es aficionado a la literatura de Finlandia.
7Los misterios; Gógol se refiere acaso a las múltiples obras de imitación aparecidas en Rusia, que recrean la vida cotidiana de la capital y la provincia, según el modelo de la reciente famosa Los misterios de París, de Eugenio Sué.
8Cumbres petersburguesas, antología de relatos de Yákov Butkóv, uno de los primeros representantes de la “escuela natural”.
Imagen: Ivan Aivazovskii, Noche de luna en Capri, 1841.
3La censura prohibe cinco artículos del libro y recorta otros artículos.
4La segunda edición de los Pasajes selectos... no se hace en vida de Gógol.
5La Ilustración, revista semanal de San Petersburgo, editada por Nestor Kúkolnik. En varios números de 1845-1846 se publican las crónicas etnográficas de Vladímir Dal Creencias, supersticiones y prejuicios del pueblo ruso, a las que se refiere Gógol.
6Mijaíl Pletnióv se escribe con su amigo Yákov Grot, filólogo (en este momento profesor de la Universidad de Helsinki), y es aficionado a la literatura de Finlandia.
7Los misterios; Gógol se refiere acaso a las múltiples obras de imitación aparecidas en Rusia, que recrean la vida cotidiana de la capital y la provincia, según el modelo de la reciente famosa Los misterios de París, de Eugenio Sué.
8Cumbres petersburguesas, antología de relatos de Yákov Butkóv, uno de los primeros representantes de la “escuela natural”.
Imagen: Ivan Aivazovskii, Noche de luna en Capri, 1841.