lunes, 8 de septiembre de 2008

M.P. Pogódin a Gógol


Moscú, 5 de abril de 1848.

Yo recién me disponía a escribirte a Constantinopla, a donde según mis cálculos deberías llegar ahora, ¡cuando oí de pronto que ya estás en la cuarentena de Odesa! Te doy la bienvenida a la patria, te felicito por la culminación de tu voto de fe, ¡cuán dulce, vivificante y eficiente fue para ti visitar la Tierra santa! Dijiste una plegaria ardiente por la santa Rusia en un tiempo tan terrible: ¡Los hombres hablan muchas palabras, pero el fin de sus bocas es tontedad! Sí, se da el signo, pero no sabemos o no queremos entender. ¡Así nos hundimos en el pantano de las cuestiones actuales cotidianas! ¡Muchas ideas pasan por la cabeza y el corazón!
Me alegra mucho que vivirás ahora en la patria, a la sombra de los cerezos de la Rusia menor. Ya el aire no sólo físico, sino también moral -los recuerdos y las impresiones-, será benévolo para ti. La soledad, el sosiego y el amor son remedios curativos. ¿Y cuándo pues nos veremos? Te abrazo… Debo terminar en este instante, para no llegar tarde al correo. Es fastidioso, me interrumpieron en las primeras líneas y me quitaron tiempo.

Tuyo, M. Pogódin.

Te mando El Moscovita, pues el empleado no se lo envió a la mátushka por un malentendido, como supe hace poco. Reverencio a la muy señora mía María Ivánovna1, y le mando una carta <…> de mámienka, que estuvo bastante tiempo entre mis papeles, y ahora apareció en el paquete. Mámienka no le agregará nada nuevo a ésta: ella, gracias a Dios, está saludable (y todos nosotros), y reverencia a la tuya como antes.

1María Gógol (Kociaróvskaya de nacimiento), madre de Gógol.

Imagen: Yury Bolotov, Yard in Rostov, 2005.