Petersburgo, 17 de enero de 1850.
Cuán bondadoso es usted, amable Nikolai Vasílievich, no me regaña en su última carta, cuando yo eso tanto lo merezco. Se ve, que siempre me toca merecer su cólera por mi informalidad en nuestra correspondencia, y a usted siempre perdonarme con generosidad. Le agradezco con franqueza, por todo lo que me desea para el presente año. Quiera Dios que sus y mis deseos se cumplan, y que mi vida se haga “hermosa, luminosa”, según sus palabras, y agrego: útil a mí y a los otros. Le deseo lo mismo; al parecer, mejor no se puede desear. Cuán alegre estoy de que usted se dedica con empeño1: eso demuestra en primer lugar, que está saludable y bien dispuesto, y en segundo, nos promete siquiera, acaso no pronto aún, una nueva creación de su pluma, que yo (como y toda Rusia, probablemente) espero con impaciencia. ¡Es hermoso el destino de un escritor verdaderamente dotado, a quien le fue dado desde arriba poseer las mentes y los corazones de las personas, cuya influencia puede ser tan importante, tan inmensa! Usted tiene un objetivo en la vida, amable Nikolai Vasílievich, éste lo satisface por completo y ocupa todo su tiempo, ¿y qué objetivo puedo elegir yo? De todas mis pinturas, lecturas y demás y demás, no habrá ningún provecho. No se enoje y no me regañe mentalmente, yo sólo bromeo, aunque no del todo. Usted quiere saber cómo yo me aburro y cómo me divierto. Mis disposiciones cambian como antes; aunque esa mudanza a veces es torturante, me consuelo con la idea de que con eso evito la monotonía: la cosa más aburrida, en mi opinión. Salgo muy poco, lo que me viene de corazón por completo, pero en nuestra casa se reúnen a menudo los conocidos, que son agradables y a quienes veo gustosa.
Por desgracia, el actual invierno no continuamos nuestras lecciones rusas. Yo leo en ruso cuanto puedo, ¡pero eso aún es muy poco! En general, la literatura de nuestros periodistas no me atrae en absoluto. Siempre me disponía a leer la Historia de la Iglesia de Yevsévii, y como que no la leí; no obstante, alguna vez seguramente la empezaré. ¿Cuándo lo veremos a usted? Por lo demás, si está ocupado en Moscú, es una lástima molestarlo. Adiós, amable Nikolai Vasílievich, todos los nuestros lo reverencian de corazón.
Cuán bondadoso es usted, amable Nikolai Vasílievich, no me regaña en su última carta, cuando yo eso tanto lo merezco. Se ve, que siempre me toca merecer su cólera por mi informalidad en nuestra correspondencia, y a usted siempre perdonarme con generosidad. Le agradezco con franqueza, por todo lo que me desea para el presente año. Quiera Dios que sus y mis deseos se cumplan, y que mi vida se haga “hermosa, luminosa”, según sus palabras, y agrego: útil a mí y a los otros. Le deseo lo mismo; al parecer, mejor no se puede desear. Cuán alegre estoy de que usted se dedica con empeño1: eso demuestra en primer lugar, que está saludable y bien dispuesto, y en segundo, nos promete siquiera, acaso no pronto aún, una nueva creación de su pluma, que yo (como y toda Rusia, probablemente) espero con impaciencia. ¡Es hermoso el destino de un escritor verdaderamente dotado, a quien le fue dado desde arriba poseer las mentes y los corazones de las personas, cuya influencia puede ser tan importante, tan inmensa! Usted tiene un objetivo en la vida, amable Nikolai Vasílievich, éste lo satisface por completo y ocupa todo su tiempo, ¿y qué objetivo puedo elegir yo? De todas mis pinturas, lecturas y demás y demás, no habrá ningún provecho. No se enoje y no me regañe mentalmente, yo sólo bromeo, aunque no del todo. Usted quiere saber cómo yo me aburro y cómo me divierto. Mis disposiciones cambian como antes; aunque esa mudanza a veces es torturante, me consuelo con la idea de que con eso evito la monotonía: la cosa más aburrida, en mi opinión. Salgo muy poco, lo que me viene de corazón por completo, pero en nuestra casa se reúnen a menudo los conocidos, que son agradables y a quienes veo gustosa.
Por desgracia, el actual invierno no continuamos nuestras lecciones rusas. Yo leo en ruso cuanto puedo, ¡pero eso aún es muy poco! En general, la literatura de nuestros periodistas no me atrae en absoluto. Siempre me disponía a leer la Historia de la Iglesia de Yevsévii, y como que no la leí; no obstante, alguna vez seguramente la empezaré. ¿Cuándo lo veremos a usted? Por lo demás, si está ocupado en Moscú, es una lástima molestarlo. Adiós, amable Nikolai Vasílievich, todos los nuestros lo reverencian de corazón.
A.V.
Imagen: С.Ф. Колесников, На службу, XX.